Artículo Negocios y Empresas

Cuanto más se desconfía de los políticos, ¿más se desconfía también de las marcas?

Por Redacción - 5 Abril 2017

Si se le pregunta a cualquier persona por la calle, en una encuesta de esas a pie de calle, qué opinan de los políticos, posiblemente se logren respuestas incendiarias. Es bastante probable que ocurra lo mismo si se saca el tema en la sala de espera del médico, en la cola de la pescadería o en la parada del autobús. En cualquier lugar en el que se junte gente, aunque no se conozcan, el tema de los políticos y cómo son suele lograr un cierto consenso. Son todos unos ladrones, trabajan poco y la vida nos iría mejor sin ellos y con otros diferentes. Esas son las declaraciones que se suelen repetir un y otra vez. Y, por supuesto, no habría más que preguntar a toda esa gente qué piensan de lo que dicen los políticos y de lo que defienden para tener claro que todo lo que dicen son mentiras. Los políticos son, o eso es lo que uno podría concluir escuchando a los ciudadanos, una panda de mentirosos.

Que los políticos y la política han perdido credibilidad en los últimos tiempos y que han conseguido posicionarse en puestos no muy recomendables en las listas de lo que los ciudadanos valoran no es nada nuevo. La aparición de ciertos políticos y de ciertas posiciones que echan mano de las declaraciones alarmistas y de las que casi podrían ser un titular de clickbaiting no han mejorado las cosas. En general, la sociedad está muy desencantada con sus fuerzas políticas y cree muy poco lo que estos dicen y prometen.

La cuestión está ahí y, en cierto modo, es algo a lo que marcas y empresas permanecen ajenos. Que los ciudadanos no crean en sus políticos no es, al final, tan relevante para ellos. Al fin y al cabo, a ellos lo que les importa realmente es su negocio y la posición que ocupan las firmas en las que trabajan. Poco importa, por tanto, que crean poco en el político de turno si, sin embargo, creen todavía en sus compañías y mantienen su credibilidad en los mensajes de las marcas.

Pero esta posición de mantenerse al margen podría no ser la más correcta. Por un lado, los consumidores quieren que las marcas y las empresas se posiciones de forma cada vez más clara en la arena política y quieren que tengan principios claros e ideas. Por otro lado, y aunque las marcas y las empresas intenten mantenerse al margen de la arena política pase lo que pase y esperen los consumidores lo que esperen, el efecto que esta tiene les toca también. Esto es: el desencanto de los ciudadanos se pega también a su personalidad como consumidores.

O, lo que es lo mismo, cuanto más desconfían los consumidores de los políticos, más desconfían también de las marcas. Uno tiene un efecto arrastre en otro.

El efecto negativo de la mala fama de los políticos

¿Por qué ocurre esto? La clave está en el clima cultural en el que se mueve los ciudadanos. A medida que este se polariza, las marcas y las empresas tienen que saber moverse en ese entorno. Lo mismo ocurre cuando se produce un proceso de desencanto y cuando se empieza a, por así decirlo, perder la fe en algo. Los sentimientos no se quedan en compartimientos estanco y se expanden, infectándolo todo.

Así se puede ver viendo los resultados de un estudio sobre cómo ven los estadounidenses a su país que ha elaborado McCann Truth Central. El estudio puede ser un punto de partida interesante para comprender esta realidad y estos efectos. El 70% de los estadounidenses cree ahora mismo que los políticos son menos fiables ahora que hace 20 años. El 42% dice lo mismo de las marcas.

Como explican los responsables del estudio, la situación política en el país se ha convertido en un reto para las marcas. Otros estudios ya habían apuntado que el hecho de que el discurso político sea cada vez más polarizado y que sea cada vez más partisano y polémico está creando un terreno más complicado para las marcas, que tienen que tomar decisiones difíciles.

Pero lo que se puede concluir tras ver los resultados de este estudio es que, aunque las marcas intenten mantenerse alejadas del contexto político, este las persigue. Esto es, los políticos tienen un efecto arrastre sobre ellas, lo quieran o no. Dado que comparten el mismo escenario, al final, se acaba produciendo un contagio. Es lo que ocurre en cualquier clase de preescolar cuando uno de los niños acaba pillando alguna enfermedad: una semana después, toda la clase ha acabado cayendo.

Y los datos de pueden por tanto fácilmente extrapolar a otros mercados y a otras situaciones. No hay más que pensar, por ejemplo, en la poca credibilidad que en España despierta la clase política para comprender cómo el escenario en el que también se tienen que mover las marcas es mucho más complicado. Los ciudadanos son cada vez más descreídos y por tanto acabarán arrastrando esa poca fe a otros escenarios.

La situación ahora en ese terreno es todavía más dura, ya que la clase política perdió en España mucha credibilidad durante la crisis económica. Entre 2008 y 2016 la confianza de los españoles en los políticos cayó en nada más y nada menos que 30 puntos porcentuales, posicionándose en sus peores resultados. La caída ha sido además superior a la que se ha vivido en otros países europeos. Y aunque los datos sobre confianza en la sociedad en España no han caído tanto, las marcas y empresas no deberían olvidar estos datos.

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