Artículo Personal Branding

Por qué para triunfar como líder hay que abandonar la marca personal de jefe infernal

Por Redacción - 23 Enero 2017

Una de las ideas que todo el mundo tiene bastante claras es que existe una lista de directivos triunfadores indiscutibles, esos grandes gestores que han logrado triunfar por encima de todas las cosas y que se han convertido en referente del gestor de éxito. La lista está formada por personas como Steve Jobs, el que fue CEO y fundador de Apple, y que lograron convertirse en figuras de referencia en el mundo de los negocios.

Los trazos que forman a esos grandes líderes parecen cortados por una suerte de mismo patrón. Jobs es uno de los grandes ejemplos de cómo se visualiza a este tipo de profesionales. Se da por hecho que tiene que ser un genio, pero también que tiene que ser bastante terrible. Los grandes directivos son tiranos que prácticamente esclavizan a los trabajadores que tienen a su cargo, que toman decisiones arriesgadas sin que le importen mucho las consecuencias y con los que, al final, es muy difícil trabajar. Es parte del mito y es parte de la marca personal. Si se quiere ser un directivo de éxito, la marca personal tiene que unir las palabras genio loco. Se tiene que ser un visionario y se tiene que ser un visionario insoportable.

Posiblemente, uno de los mejores ejemplos para comprender cómo debe ser la marca personal de uno de estos directivos de gran poder y de gran éxito (o mejor dicho, cómo esperamos que sea esa marca personal) es Miranda Priestly. Miranda Priestly es un personaje de ficción, aunque se ha convertido en una suerte de icono (no son pocos los que han definido a su jefe en alguna ocasión como "es como Miranda") gracias a la cultura de masas. Priestly fue la protagonista de un best-seller, El diablo viste de Prada, adaptado al cine y convertido en película ultra taquillera. Se suponía que la protagonista de la historia era Andy, la joven asistente personal / explotada becaria, pero su jefe, Priestly, la tiránica directora de una revista de moda (e inspirada por la real Anna Wintour, directora de Vogue) fue la que robó la historia. Priestly es tiránica, brillante y una pesadilla que no consigue que sus asistentes duren más de unos meses. Pide lo imposible y no comprende que sus empleados no consigan cumplir sus deseos.

Pero lo cierto es que para conseguir triunfar en el mundo de los negocios y para convertirse en un directivo de éxito no hay que ser una mala persona. No tiene que ser uno ese diablo vestido de Prada (y todas las cosas peores que los empleados dirán a sus espaldas) para conseguir triunfar. De hecho, una marca personal completamente diferente y absolutamente contrapuesta puede lograr mejores resultados.

La era del jefe bueno

En realidad, y como apuntan en un análisis que recoge Quartz, los jefes tiránicos que triunfan con su estilo de liderazgo duro y terrible, esos directivos con una marca personal de jefe salido de lo más profundo del infierno, son la excepción, no la norma. Los métodos de liderazgo duros y los jefes con esa fama no logran empujar a sus empresas hacia el éxito y no son, por tanto, los mejor valorados. Los hechos demuestran que tienen un efecto pernicioso sobre sus empleados y que, al final, acaban espantando al talento.

Varios estudios apuntan en esa dirección. Uno de la Universidad de Londres señalaba que hay una relación directa entre las enfermedades de corazón y el estrés que causan los jefes, otro de la de Concordia que esos jefes tan duros acaban haciendo que los costes por enfermedad de las empresas suban un 46% y uno del Institute of Naval Medicine que los jefes malvados, esos de la marca personal de personas duras, acaban haciendo que los trabajadores busquen trabajo en otro lugar, que logren peores resultados y que directamente dejen el trabajo (como apunta otro estudio, las personas no acaban dejando malos trabajos, sino más bien a malos jefes).

Y todo ello hace que en el otro lado de la balanza se posiciones los jefes "buenos", es decir, aquellos que tienen una marca personal de ser buenas personas, justos y cordiales. No son los que protagonizan novelas y best-sellers, pero son los que mejores resultados ofrecen a las empresas y los que, por tanto, estas deben buscar. Los jefes buenos y majos tienen equipos más cohesionados, que ofrecen mejores resultados y que motivan mejor a sus plantillas.

Cómo crear una marca personal de jefe majo

Por eso, si se quiere triunfar en el mundo de los negocios hay que dejar de pensar en proyectar esa imagen de tiburón y de persona malvada a la que poco importan los demás y concentrarse en crear una imagen positiva, la de ser un jefe majo. ¿Cómo crear esa imagen y cómo potenciar esa marca personal? Se podría decir que es prácticamente natural: hay que actuar de forma considerada y hay que intentar abandonar esas prácticas abusivas y molestas que tanto circulan. En definitiva, un jefe bueno es, al final, una buena persona.

Del análisis de Quartz, se pueden extraer varios elementos que tienen en común estos jefes majos. Su marca personal recoge varias características. Son amables sin ser débiles, son fuertes sin ser duros (es decir, su fortaleza no implica empujar a los demás y tratarlos con dureza), son seguros de ellos mismos pero no "gallitos" y son positivos sin dejar de ser realistas.

E, igualmente, establecen dinámicas de trabajo y de relación con sus equipos que logran asentar mejor sus relaciones. Son capaces de sacrificarse por el equipo y son capaces de encontrar el equilibrio entre diversión y trabajo. Además, son capaces de crear relaciones personales en el lugar de trabajo.

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