Artículo Marketing

El buen Diseño de un Producto

El diseño de producto es un elemento crucial y decisivo para comprender por qué los productos encajan con los consumidore

Por Redacción - 8 Marzo 2017

Muchos productos que hoy se han convertido en parte de la vida cotidiana y que damos por sentados y recurrentes nacieron durante la I Guerra Mundial. Es decir, no es que no existiesen antes productos similares o que estuviesen destinados a cubrir algunas de las necesidades que estos nuevos productos servían, sino más bien que durante la I Guerra Mundial se dieron nuevos usos a ciertos elementos o se crearon nuevos formatos para viejos problemas. Por ejemplo, los productos de higiene femenina contemporáneos deben mucho a las enfermeras que llegaron a los diferentes frentes europeos de la contienda. Estas enfermeras decidieron usar unas vendas de reciente creación por una empresa estadounidense y que se vendían como un elemento especialmente absorbente para cubrir heridas para solucionar, como una especie de parche rápido, sus problemas de higiene íntima en los hospitales de batalla. Tras la guerra, la firma detrás del producto, Kimberly-Clark, vio un potencial filón en lo que no había sido más que un apaño de última hora espontáneo y simplemente rediseñó el producto y su presentación.

Es solo un ejemplo. Durante la I Guerra Mundial, Gillette también creó un producto completamente novedoso o, mejor dicho, un diseño de producto completamente novedoso. Hasta entonces los hombres se afeitaban con hojas y, sobre todo, eran afeitados por otras personas. En el frente, uno no se podía llevar ni al ayudante de cámara de la clase social alta ni al barbero de los demás de los mortales, así que necesitaban algo que permitiese autoafeitarse de forma rápida y sencilla. Gillette creó las maquinillas desechables, que no eran más que un producto con una base que ya existía pero con un diseño completamente nuevo. Durante más o menos la misma fecha, Gillette también empezó a lanzar maquinillas para mujeres (aunque nunca llamándolas maquinillas en esos tiempos, porque eso les parecía un suicidio marketiniano), a medida que los vestidos dejaban ver más partes del cuerpo (se estaba entrando en la recta final para los años 20 y su moda) y las mujeres empezaron a depilarse (más). En realidad, también eran el mismo producto, pero con una presentación diferente y con un diseño distinto.

¿Qué tienen en común todas estas historias (y las de otros muchos productos que hoy consumimos con cierta presentación por cómo fueron modificados durante la I Guerra Mundial)?

Lo cierto es que todas ellas son interesantes historias de cómo el diseño de producto hace que algo encaje mejor con las necesidades de los consumidores y lo convierte en un elemento mucho más atemporal o mucho más efectivo para las necesidades de los consumidores. No es sorprendente, por ejemplo, que las maquinillas siguiesen su recorrido comercial tanto en uno y otro mercado tras ese período. Lo que Gillette había conseguido había sido el crear un nuevo formato, un diseño de producto, que se ajustaba mucho mejor a las necesidades de la nueva población (la I Guerra Mundial acabo por completo con la sociedad de antes y sus formas) y que encajaba más con las inquietudes de los consumidores.

El diseño de producto es un elemento crucial y decisivo para comprender por qué los productos encajan con los consumidores, por qué estos los prefieren o los buscan o por qué unos logran tener una mayor pervivencia en el tiempo que otros. Por un lado, el diseño de producto es, como recuerdan en un vídeo en FastCompany, una parte crucial de la innovación que realizan marcas y empresas. Por otro es un compendio de características que permite lograr cumplir con ciertas exigencias. Como señalan, no se trata solo de belleza o de utilidad, sino más bien de su conjunto. Y, al mismo tiempo, no es algo que solo puedan hacer las marcas de más tamaño sino aquellas que saben ver lo que implica y necesita el mercado.

Las características del buen diseño

En el análisis de FastCompany, destacan ciertos elementos como las características fundacionales del buen diseño de producto. Primero, logra capturar la imaginación de quien lo ve (al fin y al cabo, no se debe olvidar que es un elemento creativo). Segundo, resuelve los problemas que la gente realmente tiene y da, por tanto, una respuesta a un aspecto en el que el consumidor se atasca (y no hay más que pensar en los diseños de productos mencionados que nacieron durante la I Guerra Mundial). Y finalmente los buenos diseños de producto dicen mucho de cómo vive el ser humano y de cómo es la sociedad.

Sobre este último punto, se podría añadir además una cierta voluntad revolucionaria, o al menos eso es lo que se puede concluir cuando se leen listas de productos que han cambiado el consumo o que están naciendo para cambiarlo. El buen diseño de producto no solo se ajusta a los cambios que está viviendo la sociedad, sino que es también uno de los elementos que acaba impulsando este punto. Es decir, un buen diseño de producto sabe leer lo que la sociedad necesita en el momento, pero también es capaz de impulsar esos cambios y de potenciar ciertos movimientos.

No hay más que pensar en los productos de Apple. Apple ha sido, históricamente, una de las firmas que se posicionan como ejemplo de lo que es hacer un buen diseño de producto. Sus productos, ya sean aquellos Macs de colores de los 90 que volvieron a ponerla en el mapa o los primeros iPhones e iPads, no solo resultaban bonitos al consumidor, sino que además lograban modificar hábitos de comportamiento e impulsar nuevas categorías de producto. ¿Habría sido como fue el boom de los smartphones si Apple no hubiese lanzado el iPhone con ese diseño?

El poder de la experiencia

El buen diseño de producto tiene que ser capaz de establecer antes y por encima de todas las cosas una buena experiencia de uso, como recuerdan en un análisis. De hecho, aunque el diseño es clave en cuestiones de marketing y branding, a la hora de establecer cómo será lo que la firma haga y cómo se presentará el producto, el peso de la experiencia tiene que ser superior a estos otros dos elementos. "El diseño no es solo cómo es o cómo se siente. El diseño es cómo funciona", decía Steve Jobs.

La estética es muy importante, el que encaje con la imagen de marca y sepa transmitir sus valores también lo es, pero antes de nada y antes de cruzar esas líneas la firma tiene que preocuparse de cómo el diseño del producto servirá para los fines y los usos de sus consumidores.

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