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Cómo el marketing convirtió el chocolate en el clásico regalo estrella de San Valentín

Un buen packaging, anunciantes avispados y un genio del marketing de 1861 son los grandes culpables

Por Redacción - 7 Febrero 2019

Igual que la llegada de la Navidad se advierte porque las tiendas empiezan a llenarse de productos de decoración y porque el turrón irrumpe en todas partes, la proximidad de San Valentín viene marcada por la irrupción, a lo grande, del chocolate. El chocolate está por todas partes y las cajas de bombones se convierten en el regalo perfecto que todo el mundo está intentando vender.

Aunque en los últimos años han aparecido nuevas tendencias en regalos y han intentado posicionarse nuevas cosas como el regalo perfecto, el chocolate sigue siendo un clásico absoluto.

En un estudio sobre tendencias de búsqueda que acaba de publicar Tiendeo, lo tienen claro: "los bombones continúan siendo los grandes favoritos de San Valentín para los españoles", sentencian. Las búsquedas de chocolate se triplican, según sus datos, durante el mes de febrero frente a los datos de enero. Sus datos históricos vinculados al año pasado mostraron, de hecho, un crecimiento de un 176% en las búsquedas de chocolate durante los primeros 14 días de febrero.

Pero ¿qué es lo que unió al chocolate y al día de San Valentín de forma clara? ¿Cuáles son las claves que hicieron que el dulce se convirtiese en el regalo perfecto para mostrar amor? Como apuntan desde el Smithsonian, en parte fue una suerte de cruzamiento de caminos. El chocolate se estaba convirtiendo en algo muy popular en el momento en el que San Valentín se establecía en el calendario de fiestas maistream.

Cómo empezó San Valentín

Hay que recordar, de forma paralela, que San Valentín no forma parte de una de esas tradiciones eternas que celebramos durante siglos, sino más bien es una aprovechamiento comercial de una tradición que no tenía alcance global.

En España, de hecho, se puede trazar su llegada sin problemas. La celebración no empezó hasta los años 40. Un periodista había hablado de la celebración en la prensa y de cómo debería ser importada en España y Galerías Preciados se encargó de poner el mecanismo en marcha para lograrlo. Con una buena campaña publicitaria, asentó la idea de que era el día para mostrar amor.

En los 50, el cine ayudó a introducir el día de los Enamorados en el imaginario colectivo. Décadas antes, sin embargo, los medios aún hablaban de cómo entregar tarjetas de San Valentín era una costumbre que estaba "floreciendo" en "América e Inglaterra".

En esas zonas, las industrias de las postales habían convertido una tradición no tan popular en algo comercial y absolutamente presente en todas partes. El proceso de popularización del día de San Valentín y de las muestras de amor se fue estableciendo a lo largo del XIX y floreció en el cambio de siglo. De forma paralela, el chocolate se estaba convirtiendo en algo popular y un buen estrategia vio su oportunidad.

El chocolate entra en escena

El chocolate y el amor se unieron por siempre por culpa de Richard Cadbury, miembro de la familia Cadbury y que es todavía hoy una popular marca de chocolate. Richard Cadbury estaba trabajando en una manera de hacer que su chocolate soluble fuese más agradable para el consumidor, pero lo que encontró fue una manera de servir piezas de chocolate que se podían comer.

Creó chocolatinas, que empezó a vender en 1861 en cajas decoradas de forma atractiva. Las cajas tenían forma de corazón y estaban decoradas con flores y pequeños cupidos, muy del gusto del mercado. Cadbury no tomó esa decisión a la ligera, sino que lo hizo con una mente estratégica y para ayudar a asentar la imagen de la marca. Los consumidores no tiraban las cajas, las conservaban para guardar cosas y, con su forma de corazón, eran el espacio perfecto para guardar cartas de amor.

No fue el único que hizo conexiones entre amor y chocolate, como recuerdan en el Smithsonian. Hershey lanzó en 1907 unos chocolates con forma de lágrima a los que llamó "besos". No era por su forma, sino por el sonido que hacían cuando se producían. Eran tan baratos que tenían el potencial de hacerse muy populares.

Además, durante la época victoriana, las cajas de bombones se veían como el tipo de regalo que era aceptable entregar a una mujer. Es decir, entre todas las cosas prohibidas y todo lo que un hombre no podía hacer en su relación las mujeres, una caja de bombones no solo era correcto, sino que también era aceptable y una muestra de "buen gusto".

Los anuncios del momento incidían además en intentar hacer un vínculo entre los bombones y el aprecio: si te compraba una caja de bombones cara, claramente le gustabas mucho. El chocolate era, por tanto, una pieza clave en el cortejo, fuese en el mes en el que fuese.

Y así entramos en el siglo XX, donde el chocolate es ya muy popular y llega a muchos consumidores y de forma incidental se asocia al amor y cuando San Valentín es ya una industria floreciente. Empiezan a aparecer ya en los años 20 emprendedores que hacen diseños especiales en forma de corazón para venderlos de forma específica en febrero.

La cosa cuajó y se asentó. Un packaging específico, una promesa repetida de forma consistentes en la publicidad durante décadas y una presencia constante han hecho el resto. Chocolate, amor y San Valentín van ya para siempre de la mano.

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