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¿Obsolescencia programada? Los consumidores también hacen que la vida útil de los productos sea muy limitada

Por Redacción - 5 Marzo 2015

¿Cuán larga es la vida útil de los productos que compramos? La sensación que tienen los consumidores es que la vida de sus productos es cada vez más corta y que cada vez tienen que comprar cosas nuevas cada menos tiempo, ya sea porque las que poseen dejan de funcionar o porque acaban desarrollando la necesidad de hacerse con otra versión más avanzada del mismo producto.

Según un estudio del Oeko Institut encargado por la Agencia Medioambiental Federal Alemana, los consumidores cambian con mucha más rapidez los productos que tienen en su poder. El estudio ha analizado las pautas de comportamiento de los europeos y cómo cambian los productos que poseen centrándose en el ámbito de los electrodomésticos (como lavadoras o neveras pero también televisiones y ordenadores) entre 2004 y 2012.

Las primeras conclusiones del estudio, los primeros datos preliminares, permiten concluir que los consumidores europeos están cambiando estos terminales y por tanto lanzándose a un renovado consumo incluso cuando aún están en funcionamiento los dispositivos que están intentando cambiar. Es decir, los europeos se han entregado a una espiral de consumo en la que el deseo de tener un nuevo modelo del producto en cuestión lleva a tomar decisiones de compra más allá de que el producto a comprar o sustituir haya dejado de funcionar.

Las razones por las que los europeos compran nuevos productos están tanto en la conocida como obsolescencia programada (aunque el estudio ya indica que no han encontrado pruebas concluyentes de que la industria se haya entregado a esta práctica) como en los cambios de pautas de consumo que impulsan nuevas acciones de compra y mantienen el gasto.

Las televisiones son uno de los grandes ejemplos para entender este último punto. Los europeos han cambiado de forma notable el parque de televisiones en los últimos años, aunque las estadísticas demuestran que no lo han hecho realmente por necesidad. Según los datos del estudio, solo el 25% de los compradores europeos que se han hecho con una nueva televisión lo han hecho porque la que tenían había dejado de funcionar. De hecho, los europeos cambian de televisión cada 5,6 años, aunque la vida útil de estos dispositivos está ya en los 10 a 12 años.

Las razones del cambio están, por tanto, en las modificaciones en los modelos. La aparición de nuevos modelos de televisión hace que los consumidores se sientan llamados a comprar estos nuevos dispositivos. De hecho, los cambios y las actualizaciones son uno de los elementos a los que los fabricantes de televisiones han echado mano de forma recurrente para incentivar el consumo de estos aparatos, como demuestran las últimas presentaciones de novedades del sector en el CES de Las Vegas. Televisiones curvas o tecnologías de HDTV de altísima calidad son los puntos en los que se han ido apoyando los fabricantes para dinamizar el consumo en televisiones.

Algo similar pasa con los ordenadores portátiles, donde los cambios de modelos y las mejoras vía innovación han ido empujando a los consumidores a comprar nuevos dispositivos. Aún así, el estudio demuestra que en los últimos años los compradores han moderado el interés que las novedades tienen en sus decisiones de compra de ordenadores (quizás porque las mejoras ya no son tan abismales como en años precedentes). Un 70% de las compras europeas de nuevos ordenadores en 2004 se debía a una actualización (es decir: un nuevo modelo de ordenador y la innovación asociada empujaba al comprador a hacerse con él). En 2012 solo un 25% de las decisiones de compra se debía a ese punto.

Obsolescencia programada

Y aunque el estudio no ha encontrado pruebas determinantes de que los fabricantes empujen a sus productos a tener una vida útil limitada, lo cierto es que las conclusiones del estudio llevan directamente a pensar en el concepto de obsolescencia programada. Al fin y al cabo, muchos consideran que el aluvión de novedades y las modificaciones de los productos para hacerlos diferentes y más atractivos no es más que otra forma de crear obsolescencia. Los terminales de Apple serían uno de los ejemplos más claros de esta explicación del concepto: cada cierto tiempo y de forma regular, la compañía actualiza sus productos para hacerlos lo suficientemente atractivos como para que sus consumidores se sientan empujados a comprarlos nuevamente.

La obsolescencia programada es uno de los temas más polémicos en lo que ha consumo se refiere y ya ha despertado la preocupación de unas cuantas asociaciones de consumidores y administraciones públicas en todo el mundo. De hecho, Francia ha legislado para multar este tipo de comportamientos.

Lo que dicen los expertos que defienden la existencia de esta práctica es que los productos vienen ya programados de fábrica para tener una vida limitada, lo que hace que cada cierto tiempo dejen de funcionar y los compradores tengan por necesidad que hacerse con ellos nuevamente. Su vida útil es por tanto limitada y lo que siempre repiten los consumidores de más edad (las cosas de hoy ya no duran como lo de antes) no una apreciación sentimental sino más bien un hecho.

Las medias (las de los años 20 eran más resistentes que las de ahora) o las bombillas son algunos de los ejemplos que suelen ponerse de productos que han sido ya creados con la idea de que su final tiene que estar en algún momento del futuro cercano en mente. La electrónica de consumo se ha convertido en su heredera y es la que presenta más ejemplos de lo que los consumidores han visto como una fecha de caducidad sobreimpresa (las impresoras son uno de los ejemplos habituales: diferentes vídeos tutoriales online muestran cómo engañarlas para que piensen nuevamente que son nuevas).

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