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Cómo los jóvenes y millennials están haciendo que el consumo del futuro cambie

Por Redacción - 6 Mayo 2015

Muchos son los análisis que están estudiando cómo los millennials y la Generación Z están cambiando los hábitos de consumo en este mismo momento y cómo las empresas deben reaccionar ante ellos. Pero lo cierto es que la situación, los cambios de consumo que estos consumidores están imponiendo, tendrán unos efectos que van más allá de lo que está pasando ahora mismo. Al fin y al cabo, estos son los consumidores del mañana y son los que van a seguir comprando durante más tiempo. Son el recambio generacional a los baby boomers y son, por tanto, los que acabarán imponiendo su criterio.

¿Cómo será el futuro del consumo?

Es difícil establecer a ciencia cierta qué es lo que va a pasar en unos años vista o en unas cuantas décadas, pero lo cierto es que viendo cómo son esos consumidores hoy en día no es muy complicado jugar a ser pitonisa y aventurar cuáles pueden ser los puntos que los nuevos consumidores cambiarán para siempre. ¿Qué es lo que harán estos consumidores que marcará lo que sucederá en el futuro?

Adentrándonos en las tendencias que ya están despuntando, se pueden establecer algunas previsiones.

Las tiendas físicas en peligro

Una de las cosas que ha pasado en los últimos años en términos de consumo es que se han producido muchos cierres de negocios y de tiendas. La razón habitual que se da a esta situación está en la crisis económica. ¿Quién no ha leído algún especial en la prensa local en el que algún experto analiza cómo han ido cerrando establecimientos en las calles principales de la ciudad y cómo han desaparecido negocios y más negocios en las zonas premium de alquiler? Lo cierto es que esa podría no ser la única razón. Los estudios indican que la causa no fue solo la crisis.

Un estudio de PricewaterhouseCoopers (PwC) ha estudiado cómo han cambiado los centros de las ciudades británicas en los últimos años y ha decretado que la crisis no es la única culpable de los cierres. La razón es más amplia y compleja y viene marcada por los cambios en los hábitos de consumo. En primer lugar, los cambios en los patrones de consumo están haciendo que el centro se llene de espacios pensados para el ocio.

En segundo lugar, las nuevas tecnologías han modificado cómo se comportan los consumidores. Ya no están paseando por la ciudad sin nada que hacer y por tanto mirando a su alrededor. Ahora llevan un smartphone en la mano. Y lo que podría parecer una tontería se ha convertido en un serio problema para el retail. Callejear y mirar escaparates es menos habitual. Los consumidores son menos observadores y por tanto prestan menos atención a lo que les rodea.

Final de los centros comerciales

Pero no solo las tiendas físicas del centro están en peligro, también pueden sufrir los macroestablecimientos de consumo. Como demostraba un estudio de Euromonitor con tendencias de consumo para 2015, los centros comerciales tradicionales no son ya lo que los consumidores buscan. El estudio apuntaba que si bien estos espacios habían triunfado en los 80-90, ahora los ciudadanos quieren que los espacios de tiendas converjan más con la comunidad y que estén más integrados con su día a día. Las superficies gigantescas no son capaces de hacerlo.

La digitalización no tiene marcha atrás

Los smartphones no solo han puesto en peligro a las tiendas de siempre sino que han supuesto una revolución de mucho más amplio alcance. Lo digital ha invadido todos los aspectos de nuestra vida y ha cambiado por completo nuestra relación con las marcas. Para los consumidores se ha convertido en un elemento inevitable y para las marcas en algo que deben poner en posiciones destacas en su estrategia lo miren como lo miren.

La revolución digital es imparable y por tanto no es muy descabellado ver un futuro en el que los terminales móviles sean cada vez más importantes. Los smartphones nos acompañan siempre en los procesos de compra, pero no son los únicos que se están convirtiendo en aliados diarios e indispensables de los ciudadanos. El futuro pasa por wearables, smart watches y otros terminales conectados que harán que estemos online desde el minuto uno en el que nos despertamos hasta el momento exacto en el que vamos para cama. Y, quién sabe, quizás en el futuro la tecnología nos acompañe también en el sueño (ya hay apps que miden cómo dormimos).

Esta realidad creará un campo de juego más complejo y más exigente pero también dotará a las empresas de nuevas herramientas y recursos. La información disponible sobre cómo son y qué quieren los usuarios será cada vez mayor y las empresas podrán ser más eficientes a la hora de llegar hasta ellos.

El fin de las salvajes empresas capitalistas

Pero no solo cambiará cómo se compra o el camino que se sigue para conseguirlo, también cambiará la esencia misma de lo que nos encontramos al otro lado. Las empresas tendrán que modificar su filosofía y tendrán que adaptarse a una lista de exigencias que no eran las que habitualmente los consumidores ponían como prioritarias. Los consumidores más jóvenes han empezado a poner los valores, los intangibles, como elemento clave que los ayuda a quedarse con una empresa o con otra. Los consumidores están reclamando valores. Las compañías tienen que ser conscientes, deben respetar al medioambiente, tienen que tener objetivos que vayan más allá de hacer simplemente caja?

La lista de exigencias es mucho más compleja de lo que era antes. No vale con dar un buen servicio al cliente o con ofrecer productos variados. Hay que tener algo más. Esta demanda, creada por los millennials y los Z, ha conseguido ya que las empresas se empiecen a preocupar por estos intangibles y se lancen a crear productos más responsables. Los supermercados, por ejemplo, han empezado a dar entrada en sus estanterías y de forma destacada a los productos de comercio justo o saludables. A medida que los millennials y los Z se conviertan en los consumidores principales, estas realidades irán tomando más y más importancia. No tener valores y principios dejará de ser, por tanto, posible.

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