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Las tres verdades sobre cómo percibimos lo que nos rodea y lo que las marcas deben comprender sobre ello

Las cosas se han vuelto cada vez más borrosas y complejas, lo que hace que el trabajo de las marcas se complique

Por Redacción - 12 Marzo 2019

La red ha hecho que las cosas sean muy complicadas y que la información fluya de una manera nueva. Hay cada vez más datos, más flujos de información y más recursos, pero al mismo tiempo han aparecido nuevas amenazas y nuevos problemas y se han posicionado de forma destacada nuevos temores. Los consumidores son cada vez más críticos y menos crédulos y están recibiendo más impactos informativos que nunca. Esto también ha cambiado cómo se ven a ellos mismos y cómo lo hacen en relación con el mundo que los rodea.

Todo ello ha supuesto que aparezca ciertos fenómenos sobre cómo se gestiona la información y sobre cómo se percibe el mundo que nos rodea. En un análisis en Campaing, han identificado las tres grandes verdades sobre cómo se percibe el entorno y los riesgos que eso supone.

En general, y antes de ir al detalle de cada una de ellas, se podría decir que para las marcas y para las empresas estas nuevas tendencias en percepción de la realidad y de lo que nos rodea tienen un impacto muy importante en la estrategia y en la actividad que despliegan. De entrada, para las compañías las cosas se han vuelto más complicadas que nunca y se han convertido en un campo de minas en el que dar un paso en falso es más fácil que nunca. Para continuar, las empresas tienen que hacer un trabajo más amplio y más intenso para posicionar sus mensajes y para trabajar con ellos. Tienen que esforzarse más porque el mundo es mucho más complicado.

La integridad de la identidad

Como explican en el análisis, es un efecto más de cómo han cambiado las cosas y de las relaciones que se establecen entre el nuevo contexto y las personas. Antes, señalan, lo que conformaba nuestra identidad se componía de unas cuantas cosas, de unos pocos datos y de unos cuantos trazos. Ahora,la red ha hecho que todos seamos productores de información, en cantidades masivas y de forma que lo que nos define se ha multiplicado por cantidades estratosféricas.

Además, todos esos datos están repartidos de forma fragmentada por la red, por un espacio digital tan gigantesco como los propios datos que lo conforman. Pero no solo eso: la identidad se ha convertido también en un elemento en peligro y en algo que lleva aparejado un alto nivel de riesgo.

Los consumidores están cada vez más preocupados por la privacidad y por la integridad de su identidad. Ya no se trata solo de que las marcas puedan usar de forma recurrente los datos para perfilarlos y que se crucen así diferentes fronteras en términos de privacidad, sino también que se siente que es demasiado fácil que hackeen las cuentas personales en redes sociales o que en general no se esté seguro en la red.

La realidad negociada

O lo que es lo mismo: cada vez es más complicado hacer que las cosas sean blancas o negras y cada vez son más en términos de grises. Como apuntan en el análisis, esta tendencia se centra en analizar cómo la red, la fragmentación digital y el hecho de que cada vez haya más puntos de vista hace que cada vez sea más recurrente analizar las cosas por su contexto y de manera relativa. Esto es, las cosas ya no se ven de forma absoluta y todo es mucho más borroso.

Las narrativas cambian muy rápido y se añaden muchos elementos de contexto. Para las marcas, explican los analistas, esto supone jugar con unas reglas del juego siempre cambiantes y que, antes de entrar en una conversación, tengan que pensar muy bien qué hacen y cómo lo hacen (en un contexto en el que además ya no se puede no entrar en esas conversaciones).

El engaño aceptado

El nuevo entorno digital ha hecho que sea mucho más fácil comprobar las cosas y analizar si nos están diciendo la verdad. Pero, al mismo tiempo, también se ha convertido en una llave para compartir más que nunca historias cuestionables y medias verdades. En la serie House, que fue hace unos años uno de los bombazos televisivos, el protagonista decía que todo el mundo mentía. Su máxima puede aplicarse a cómo se ve la red y a lo que ocurre en ella. Desde el catfishing hasta las mentiras de los líderes políticos, la red se ha convertido en un entorno lleno de medias verdades y engaños.

Todo ello ha hecho que cada vez la gente desconfíe más de todo lo que ve y lee: los consumidores se han vuelto más escépticos que nunca y no se creen nada de lo que se les dice sin ponerlo en cuarentena. Para que algo se convierta en una certeza y para que se convierta en una verdad, en algo que aceptamos sin ponerlo en duda, la exposición mediática al mensaje tiene que ser continuada.

Para las marcas y para las empresas esto implica tener que repetir los mensajes de forma recurrente y continuada y durante mucho más tiempo del que tenían que hacerlo en el pasado, además de tener que medir mucho más su estrategia de comunicación para establecer cómo y cuándo se comparten.

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