No nos engañemos: a nadie le gusta pagar. Ya sea con tarjeta, con dinero en efectivo o a través del medio más innovador, de fondo siempre está el concepto de pago, y eso... nunca es del agrado de nadie. Pero es inevitable y necesario, por eso lo que la industria intenta mejorar es el proceso. El objetivo es hacer del pago un paso absolutamente integrado en la experiencia de compra que sí es agradable para todos.
En esta carrera por simplificar el pago, el móvil tiene todas las de ganar y sin embargo no termina de consolidarse. Si todos tenemos tan integrado el uso del móvil, si manejamos cifras de tráfico que crecen cada año, si las empresas apuestan por crear contenidos y aplicaciones especificas y cada día aparece un nuevo jugador con un producto innovador que nos permita utilizar el móvil para pagar... ¿por qué no arranca? Porque a día de hoy no existe una solución que cumpla con las 4 premisas fundamentales para que el pago móvil termine de cuajar:
Nadie pone en duda que el móvil es una herramienta versátil que alberga muchas más posibilidades que el simple objetivo de comunicarnos. De hecho, la comunicación de datos es hoy tan importante como la de voz: de la pura conversación telefónica pasamos al envío de SMS, a la navegación en Internet y de ahí al consumo de apps. El pago, parece entonces un paso lógico en la evolución de un gadget que se sitúa a 90 cm máximo de nuestro cuerpo, cuyos usos y funcionalidades dominamos y que custodia nuestra información más preciada.
Hace tiempo que hemos aceptado al móvil como sustituto definitivo de las tradicionales agendas... ¿Cuál será la solución que lo convierta también en cartera virtual?