Si ya estás en modo digital, enhorabuena. Si no es tu caso, corre que todavía estás a tiempo. Pero date prisa, porque puedes perder el tren. El 22% del PIB en España vendrá este año de la Economía Digital o la Economía de Internet. Y esto no ha hecho más que empezar. exponencial.
Cuando en 1995 Don Tapscott acuñó el término en su libro "La Economía Digital: Promesa y peligro en la Era de la Inteligencia en redes" seguro que no imaginó hasta dónde llegaría la cosa. Decenas de años después el mayor gestor de alojamientos del mundo no tiene un solo hotel en propiedad, la mayor cadena de taxis no posee un solo vehículo y el líder mundial de los contenidos no es dueño de una sola imagen. Pero Airbnb, Uber o Facebook están ya aquí para quedarse.
Nadie duda a estas alturas el impacto de la digitalización en nuestras vidas y como consecuencia, en toda la economía. Con medio mundo ya conectado a internet, el mercado se ha vuelto global y tremendamente intenso. ¿Nos estamos preparando adecuadamente para él?
Las nuevas tecnologías están revolucionando la forma en la que recibimos la información. Llevamos la pantalla en el bolsillo y pronto la llevaremos en la ropa o implantada bajo la piel. Echamos mano de nuestros gadgets para "distraernos" buceando en la prensa o en nuestras RRSS. Y dado que nuestro cerebro tiene un potencial infinito para la distracción, las empresas y profesionales estamos obligados a impactar. Porque todos vivimos a tope nuestras nuevas experiencias de consumo digital, pero nos largamos en cuanto algo no están a la altura de lo que esperamos.
Dirigidos por este nuevo homo digitalis, que maneja exigente su smartphone cual látigo 2.0 buscando sorpresa y emoción, las empresas se ven obligadas a cambiarlo todo. Plataformas, modelos de relación con clientes y proveedores, formas de trabajar, perfiles profesionales y hasta la gestión interna de las compañías.
Los gobiernos están invirtiendo en infraestructura, las universidades y las escuelas de negocios se aplican y comenzamos a ver las primeras titulaciones en comercio electrónico y marketing digital. No por casualidad, acabamos de recibir a un ministro de "Agenda Digital".
Pero queda mucho por hacer. El estudio de Transformación Digital de la Empresa Española, elaborado por Territorio Creativo, advierte que la mitad de las empresas, directores incluidos, no están preparados para abordar el proceso de digitalización. El Estudio de Competencias Digitales en la Empresa Española, elaborado por ICEDM, avisa de que sólo el 16% de nuestras empresas tienen un alto grado de digitalización.
Hace falta más capacitación digital porque el 80 por ciento de los trabajos de la próxima década requerirán conocimientos tecnológicos. La Unión Europea calcula que en 2020 habrá al menos 500.000 puestos de trabajo alrededor de la economía digital. Sin embargo, estima que muchos de estos puestos no podrán cubrirse debido a la falta de profesionales con cualificación suficiente para ello.
El desafío es global. Surgen por doquier nuevos retos: RRSS, LTE, Cloud computing, onmicanalidad, startups, knowmads, Bid Data, IoT, Fintech, smartcities, Realidad, virtual, Ciberseguridad? Las empresas necesitan el apoyo de nuevos profesionales que la ayuden a interpretar este nuevo modelo, a elaborar su mapa para orientarse en la jungla digital. Y cuando muchas tareas van a ser sustituidas por robots, todos estamos llamados a desarrollar una serie de destrezas si queremos conservar la nuestra. No queda otra que movernos tratando añadir innovación y creatividad.
No existe un modelo digital único. Cada empresa o profesional tiene sus particularidades y así deberá adaptar las nuevas tecnologías para conseguir poner de relieve eso que le hace valioso.
Ser digital no es sólo una cuestión de formas sino que lo es mucho más de fondos. No basta con tener una web, estar en Facebook, tener tu curriculum en Linkedin o tu cuenta de atención al cliente en Twitter. Hacerte digital es una oportunidad para dar a conocer tu personalidad única, empoderado por la capacidad de difusión que te ofrece la Red.
La mala noticia es que esto aún no se estudia. La buena, que cualquiera puede hacerlo. Es una cuestión de actitudes,y sobre todo, de mentalidad. Porque pone en juego capacidades que todos tenemos
La Reflexión. El primer paso será sin duda un análisis sobre el valor que podemos aportar en este nuevo contexto. Un autodiagnóstico de cómo estamos, qué fortalezas poseemos, qué objetivos apodemos ponernos y qué pequeños o grandes pasos vamos a ir dando para conseguirlos. Hoy más que nunca es fundamental declarar quiénes somos y qué ofrecemos. ¿Cómo van a encontrarnos si no quienes sólo preguntan a Google?.
El aprendizaje. Dominar las nuevas tecnologías es un must para no dejarse apabullar por la ingente cantidad de información que existe en Internet. Necesitas contar con acceso a la información y dispositivos que te permitan hacerlo todo estés donde estés. Porque el truco están en bucear sin descanso en todo tipo de fuentes y temáticas y estar atento para meterlas en la coctelera, generando nuevos conceptos que aplicar a tu contexto.
Todo pasa por creérselo, cogiendo aire para lanzarse a la piscina?
Pues parece que quien nos para los pies nuestro cerebro, la herramienta más potente de que disponemos. Según Alicia Malumbres, experta en neuromanagement y gestión del cambio, es nuestro órgano más preciado, tremendamente realista, enamorado de la tecnología y programado para la eficacia, quien nos puede hacer perder ese tren. Porque son precisamente estas características que vienen "de fábrica", y con las que nos sentimos tan a gusto, las que muchas veces nos lastran.
Alimenta nuestra pereza, buscando una y otra vez razones "objetivas" para para justificar nuestra posición. Porque parece que cuanto más objetivos queremos ser, más cabezotas podemos resultar. Y buscamos como locos argumentos que verifiquen nuestras creencias y prejuicios. Buscamos argumentos de "nuestra cuerda" y creemos a pies juntillas que la realidad es lo que aparece en nuestra mente y no incluimos percepciones ajenas a nuestro esquema.
Y lo curioso es que nosotros amamos como ninguna otra especie la tecnología. ¿Acaso hemos esperado a tener alas para volar o branquias para bucear? Nos mola inventar, nos encantan los gadgets. Pero no hemos entendido bien que a veces la eficacia está profundamente reñida con la relación. Y creemos equivocadamente que esto de la transformación digital se resuelve con máquinas y tecnología. Y tal vez no estemos metiendo en la ecuación a las personas.
Nuestro cerebro está programado para la eficacia para arreglarlo todo rápido. La realidad es que funcionamos a corto y con dificultad incorporamos el medio plazo en nuestras decisiones. Pero sólo cuando piensas en el futuro, cobra sentido la innovación. Porque sólo entonces deja de ser una moda impuesta por los demás para convertirse en el faro que guía tus pasos.
La transformación digital es un cambio que afecta en las personas, porque son las emociones las que mueven montañas. Sólo cuando dejamos de lado esos destellos tecnológicos que nos deslumbran podemos qué subyace bajo esa nueva economía colaborativa, bajo ese nuevo código de relaciones.
En 2020, cuando casi toda la población mundial tendrá acceso a internet, o eres diferencial por lo que aportas o no serás. Cada persona y cada empresa descubre su "personalidad digital" cuando se mira hacia dentro para poner de relieve sus propias fortalezas y, desarrollando sus relaciones, aprende a extraer conocimiento de uno y mil sitios. Buscando reenfocar todo lo que sabe y aprende hacia propuestas de actuación que puedan funcionar en el contexto que se trae en cada momento entre manos.
La verdadera trasformación digital surge de crear empresas y profesionales socialmente inteligentes. Porque la inteligencia relacional, el valor que das a compañeros, socios, empleados y clientes es tu verdadera ventaja competitiva. Y el espíritu positivo y la pasión, sin duda, tu mejor aliado.