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¿Ha llegado el fin de la obsolescencia programada? Pagos millonarios y normas europeas apuntan a ello

Apple acaba de pactar para cerrar una investigación sobre sus iPhones ralentizados

Por Redacción - 30 Noviembre 2020

Mucha gente conoce la historia de las bombillas y de la bombilla de un parque de bomberos de Estados Unidos, porque es la historia recurrente que se suele mencionar en los artículos y que se acaba convirtiendo en un contenido que aparece una y otra vez en redes sociales.

Hasta los años 20, las bombillas tenían una fecha de caducidad más larga, pero sus fabricantes se reunieron y decidieron que no funcionasen más de 1.000 horas. Los fabricantes fueron denunciados por actuar como un cártel y tuvieron que eliminar esos límites. Cuando se cuenta la historia se suele acabar haciendo algún comentario sobre que lo hicieron en teoría o que de aquellos polvos estos lodos.

Al fin y al cabo, en un parque de bomberos californiano hay una bombilla que lleva funcionando desde 1901. Una webcam se encarga de mostrarlo en directo al mundo.

Las bombillas fueron uno de los primeros casos conocidos de la llamada obsolescencia programada, el movimiento por parte de los fabricantes para limitar la vida útil de sus productos y conseguir así asegurarse un ciclo de compras eterno.

Los productos dejan de funcionar y a los consumidores no les queda más remedio que hacerse con otros. Las bombillas no fueron las únicas protagonistas. Las medias eran también en los años 20 muy duraderas, poco que ver con las medias posteriores que se rompen en ocasiones ya directamente cuando se suben en las piernas.

La obsolescencia se ha convertido también en un problema que han denunciado asociaciones protectoras del medioambiente y de consumidores. El consumidor se queda atrapado en un ciclo de consumo, acusan, del que es imposible salir. Si tu producto no funciona - a quién no le ha pasado con una impresora - se convierte en un trasto inútil.

Además, reparar las cosas que dejan de funcionar es en muchas ocasiones demasiado difícil o demasiado caro, haciendo que salga más barato o cómodo comprar un producto nuevo. En otras ocasiones, la obsolescencia es más sutil. Es lo que hacen las compañías tecnológicas lanzando nuevas versiones constantes de sus smartphones.

Multas y pagos

En los últimos años, se han producido diferentes movimientos contra la obsolescencia programada. Las compañías tecnológicas han sido multadas en países como Italia por lanzar actualizaciones que hacían que sus productos dejasen de ser válidos: tras actualizar todo funciona más lentamente y al consumidor le acaba siendo necesario comprar un dispositivo nuevo. A principios de año, una demanda colectiva contra Apple en Estados Unidos la atacó en ese sentido. Apple cerró entonces un acuerdo con los denunciantes para pagar una compensación y no ir a juicio. La acusaban de ralentizar sus móviles viejos cuando aparecían nuevos modelos.

Apple acaba ahora de pactar nuevamente el pago de 113 millones a 34 estados de EEUU para que cerrar una investigación abierta sobre los problemas de batería de sus teléfonos. La investigación buscaba determinar si Apple ralentizó los iPhones más antiguos. En teoría, esto se hacía para mantener la vida útil de las baterías.

Sin embargo, la óptica bajo la que se veía esto desde fuera era la de que Apple estaba creando las condiciones para que los consumidores comprasen nuevos teléfonos. "Las grandes compañías tecnológicas deben dejar de manipular a los consumidores y decirles toda la verdad sobre sus prácticas y productos", señala el fiscal general de Arizona, Mark Brnovich, al hilo del acuerdo. Apple ha perdido públicas disculpas a sus consumidores.

El acuerdo de Apple y los estados de EEUU ha sido visto, en cierto modo, como un golpe contra la obsolescencia programada, aunque los movimientos más claros contra esas prácticas llegan ahora desde la Unión Europea.

Lo que está haciendo la Unión Europea

El Parlamento europeo acaba de pasar una resolución que busca que el mercado en Europa sea más sostenible asegurando el llamado derecho a reparar. Con ello, se busca que se puedan reparar las cosas que dejan de funcionar de un modo "sistemático y eficiente en costes" y que reparar sea "más atractivo".

La decisión del Parlamento pasa ahora a la Comisión, en el camino hacia convertirse en algo concreto y efectivo. Se pide que se potencie vía mejores garantías o más información sobre mantenimiento y reparaciones que se pueda mantener los productos que ya se tienen y no entrar en un ciclo de compras.

Al fin y al cabo, el 77% de los europeos reconoce que preferiría reparar sus dispositivos antes de comprar uno nuevo y un 79% considera que los fabricantes deberían estar obligados por la ley a facilitar la reparación de los dispositivos digitales o el poder reemplazar las piezas que no funcionan.

La Unión Europea tiene, en general, una guerra abierta contra la obsolescencia programada. Un cambio normativo ya hizo un año atrás que las empresas se viesen obligadas a seguir ciertas pautas de ecodiseño cuando crean sus productos. Los smartphones y los ordenadores no entraron en el listado, pero sí lo hicieron los electrodomésticos más populares.

La norma, que entra en vigor este año que entra, hace que sea obligatorio trabajar para reducir el consumo, pero también hacer que reparar y reciclar los productos sea más sencillo. Los fabricantes tendrán que asegurar durante varios años que existan piezas para reparar sus productos (7 por ejemplo para las neveras o 10 para los lavavajillas).

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