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Consumimos marcas clásicas porque nos hacen sentir seguros

Por Redacción - 26 Octubre 2017

Hay marcas que llevan existiendo décadas e incluso siglos y que seguimos consumiendo casi de la misma manera que eran consumidas tiempo atrás. La lata de Nivea, por ejemplo, tiene ya 100 años, aunque su clásico color azul no apareció hasta 1925. El diseño de la lata de los años 20 es, de hecho, muy similar al diseño de la lata que consumimos hoy en día. La lata sigue presente en droguerías, supermercados y tiendas variadas y sigue estando en las casas de los consumidores, siempre presente en algún armarito del baño.

Nivea es uno de los ejemplos más claros de esos productos que pasan generación tras generación y a los que acabamos recurriendo de forma recurrente, pero lo cierto es que no es el único. En los últimos años, además, han vuelto marcas clásicas o han recuperado productos y enseñas de siempre que de pronto se han convertido en algo otra vez de masas.

Por ejemplo, Adidas ha estado recuperando algunos de sus productos Originals. Las ventas de esos productos en 2016, el último año del que hay datos por completo, subieron en un 80% en EEUU.

A eso se suma que incluso muchos de los productos que se han puesto de moda en los últimos años tienen historias de fondo bastante parecidas. Las mochilas Kånken son una de esas cosas ubicuas entre los jóvenes modernos. No hay hipster que se precie que no tenga una y casi se podría decir que es una plaga millennial. La mochila es en realidad un producto sueco, aunque se haya convertido en global en los últimos años, y era, en origen, un producto para niños. Es un diseño de mochilas de la compañía Fjällräven, fundada en los años 60, para que los escolares llevasen sus libros al colegio.

Los dos son ejemplos de productos que se han puesto de moda en los últimos tiempos y algunos de los que recuperan en un análisis de Quartz para explicar esta tendencia en el consumo. Las camisas de Pendleton o las bolsas de Filson son otros productos de nicho que ahora están siempre presentes en los blogs y medios de tendencias y que también tienen una vida muy larga (estas son de finales del siglo XIX). Tanto unas como otras tienen en común: son heritage brands, marcas con historia y tradición. Y en eso está la clave de su éxito.

Todos estos productos se han puesto de moda en medio de la oleada creciente del consumo marcado por la nostalgia. La nostalgia es un poderoso elemento y uno que logra que las marcas se posicionen mucho mejor. Para los consumidores, la nostalgia es un elemento que, por un lado, empuja a comprar y que, por otro, hace que se tenga menos en cuenta el precio que se pagará para consumir el producto que toca.

La clave está en la seguridad

Pero lo cierto es que el boom de estos productos no está solo ligado a la nostalgia. Al fin y al cabo, salvo fuera de Suecia nadie va a sentir nostalgia por unas mochilas escolares que ellos no llegaron a usar. La cuestión va un paso más allá. Una tendencia en consumo está haciendo que nos sintamos inclinados a las marcas clásicas por lo que estas implican y lo que asociamos a ellas. Las marcas clásicas hacen que nos sintamos más seguros.

Como otras muchas tendencias de consumo de los últimos años, esta está ligada también a los millennials. Ellos son los que han puesto de moda a este tipo de marcas y quienes explican por qué se ha producido el boom. Para los millennials, que entraron en la edad adulta en medio de la crisis económica, estos productos funcionan como una especie de blindaje, como una suerte de elemento que les hace sentirse mejor. Estos productos hacen que se sientan seguros.

De hecho, se está produciendo una especie de mutación. Aquellos productos que se puedan ligar a la propia infancia o a la infancia de sus padres están viviendo un revival y se están convirtiendo en potencialmente atractivos para aquellos consumidores que están en la veintena o en la treintena. Así, por ejemplo, no solo está volviendo la moda de esas épocas dentro de las marcas con esa historia, sino que otras compañías están entrando en el juego. En la última pasarela de moda en París, por ejemplo, los diseñadores entraron en el juego de la nostalgia.

Además de sentirse seguros, estas marcas les hacen sentir una cierta familiaridad, un cierto sentido de continuidad. Esto hace que los consumidores se sientan más conectados.

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