Por Redacción - 31 Julio 2025
La historia del packaging es un fascinante relato de ingenio y evolución, donde las latas de hojalata se erigen como verdaderos pilares de la modernidad y la cultura de consumo. Su nacimiento responde a una necesidad fundamental: la conservación de alimentos para viajes y expediciones militares. En este contexto, el francés Nicholas Appert, a principios del siglo XIX, sentó las bases de la conserva, aunque el salto cualitativo llegó con Peter Durand en 1810, quien patentó el envase cilíndrico sellado de hierro estañado. Este invento marcó el inicio de una era, permitiendo que los alimentos pudieran ser transportados y almacenados por largos períodos, un avance crucial para la logística y la vida cotidiana.
La hojalata, una aleación de hierro y estaño, ofrecía la resistencia y maleabilidad necesarias, junto con la inocuidad indispensable para el contacto con los alimentos. Inicialmente, estas latas se fabricaban a mano, un proceso laborioso que limitaba su producción. Sin embargo, con el advenimiento de la Revolución Industrial y los avances en maquinaria, la fabricación se agilizó, democratizando el acceso a los productos enlatados. La invención del abrelatas, mejorado por William Worcester Lyman en 1870, y los primeros sistemas de apertura con llave engarzada por J. Osterhoudt en 1866, facilitaron el uso doméstico, transformando la lata de un objeto militar a un elemento común en los hogares.

El siglo XX fue testigo de una expansión sin precedentes en el uso de las latas de hojalata. En 1904, la introducción de las latas sanitarias, más seguras que sus predecesoras soldadas, elevó los estándares de calidad. La industria alimentaria abrazó con entusiasmo este formato. El atún enlatado, por ejemplo, comenzó su producción masiva en la costa oeste de Estados Unidos en 1909. Productos como el café molido, que incorporó aperturas con llave desde 1917, o la icónica carne enlatada Spam, que debutó en 1926, se convirtieron en símbolos de la practicidad y la vida moderna, afianzándose en la dieta de millones de personas. La cerveza, por su parte, hizo su entrada en lata en 1935, un hito que revolucionó la forma de consumir bebidas.
Más allá de su funcionalidad, las latas de hojalata comenzaron a adquirir un valor estético y cultural
En los años 30, los avances en técnicas de impresión y estampación permitieron a los fabricantes plasmar ilustraciones y logotipos vibrantes, transformando cada envase en una pequeña obra de arte publicitaria. Esta personalización dotó a los productos de una identidad visual distintiva, generando un vínculo emocional con los consumidores. Las marcas comprendieron que el packaging no era solo un contenedor, sino una poderosa herramienta de comunicación y diferenciación. Las latas, con su superficie brillante y maleable, se prestaron perfectamente a esta nueva exigencia.

La Segunda Guerra Mundial, paradójicamente, impulsó aún más la producción y el desarrollo de envases metálicos, fundamentales para el abastecimiento de las tropas. Tras el conflicto, la industria del packaging experimentó un crecimiento exponencial, con la hojalata manteniendo su posición dominante. La década de 1950 trajo consigo innovaciones como la introducción del aluminio en la fabricación de latas, que en 1957 las hizo aún más duraderas, y la posterior aparición de la anilla para destapar en 1962, un cambio que simplificó drásticamente la experiencia del consumidor y cimentó la popularidad de las bebidas en lata.
La Royal Navy británica fue una de las primeras en adoptar masivamente las latas de hojalata para el aprovisionamiento de sus flotas en largas travesías y expediciones, incluyendo las expediciones al Ártico. La capacidad de llevar carne, vegetales y otros alimentos perecederos conservados de forma segura por meses o incluso años transformó la nutrición de las tripulaciones y la planificación de las campañas. Se han encontrado latas de esta época que, incluso décadas después, conservaban su contenido en condiciones sorprendentemente buenas, un testimonio de la eficacia del método.
En la actualidad, la lata de hojalata no solo persiste, sino que se reinventa. Su inherente sostenibilidad, al ser un material 100% reciclable de forma permanente, la posiciona como una opción preferente en un mundo cada vez más consciente del impacto ambiental.

El "círculo virtuoso" de la hojalata, que permite su reutilización infinita sin pérdida de propiedades, la convierte en un modelo de economía circular. Además, la tendencia hacia el diseño simple y funcional, junto con la capacidad de ofrecer envases decorativos y reutilizables, refuerza su percepción premium y fomenta la lealtad del cliente. Así, lo que comenzó como una solución práctica para la conservación, se ha convertido en un ícono cultural y un referente de la sostenibilidad industrial.
El diseño transformó las latas en poderosas herramientas de branding
El branding y el diseño en el universo de las latas de productos, ya sean conservas o bebidas, trascienden la mera estética para convertirse en una estrategia fundamental que moldea la percepción del consumidor y define el éxito comercial. Desde sus orígenes funcionales, las latas han evolucionado hasta ser lienzos tridimensionales donde las marcas proyectan su identidad y valores. No es solo un contenedor; es una declaración de intenciones, un embajador silencioso en el lineal del supermercado y un componente crucial en la construcción de la lealtad del cliente.

Por ejemplo, algunas marcas han sabido convertir sus productos enlatados en una experiencia premium o gourmet es un desafío que muchas marcas han asumido con éxito, transformando lo que tradicionalmente se veía como un producto básico o de larga duración en un objeto de deseo y sofisticación. Esta metamorfosis se logra a través de una combinación magistral de la calidad intrínseca del contenido y, crucialmente, de un diseño de packaging que comunica exclusividad, artesanía y un valor superior. El lienzo de la lata, lejos de ser una limitación, se convierte en una oportunidad para la expresión artística y el storytelling de la marca.
La irrupción de la cerveza enlatada fue un hito en la historia de la bebida
En 1935, la empresa Krueger's Finest Beer, en Richmond, Virginia (Estados Unidos), fue pionera al lanzar la primera cerveza enlatada para el consumo masivo, con latas fabricadas por American Can Company. Este lanzamiento marcó el inicio de una nueva era. Antes de la lata, la cerveza se distribuía casi exclusivamente en barriles o botellas de vidrio, que eran pesadas, frágiles y permitían la entrada de luz, un enemigo conocido de la cerveza. La lata, en cambio, ofrecía un sellado hermético y una opacidad total, protegiendo la cerveza del oxígeno y la luz ultravioleta, dos factores que deterioran rápidamente su sabor y estabilidad. Esta protección significaba que la cerveza llegaba al consumidor con una frescura y un perfil de sabor mucho más consistentes.

Este enfoque ha sido perfeccionado por marcas como Coca-Cola o Monster Energy, que con diseños audaces y colores intensos apela a un público joven y enérgico. Ambas han convertido sus latas en lienzos estratégicos, con campañas como "Share a Coke" o colaboraciones artísticas que elevan el envase a objeto de colección. Además, las latas han sido fundamentales para la proliferación del negocio del vending machine de bebidas. Su durabilidad eliminó las roturas de las botellas de vidrio, y su ligereza y forma uniforme optimizaron el almacenamiento y el transporte. La rapidez de enfriamiento del metal y la higiene de su sellado garantizan bebidas frescas, mientras que innovaciones como la anilla de apertura fácil simplificaron el uso, impulsando la expansión global de las máquinas expendedoras.
En el actual 2025, la sostenibilidad se ha convertido en un pilar fundamental para la industria cervecera, y aquí la lata juega un papel protagonista. El aluminio y la hojalata son materiales 100% reciclables de forma indefinida sin perder sus propiedades. Una lata de cerveza puede ser reciclada y estar de nuevo en el lineal en un ciclo que puede durar tan solo 60 días en algunos lugares. Esta circularidad hace que las latas sean una opción muy atractiva para las cervecerías que buscan reducir su huella ambiental y para los consumidores conscientes. Además, su forma cúbica optimiza el espacio de almacenamiento y transporte, reduciendo las emisiones de carbono asociadas a la logística.












