Por Redacción - 1 Septiembre 2025

La historia de la marca Puma es una narrativa que va mucho más allá de la fabricación de calzado y ropa deportiva. Es un relato forjado en el crisol de una profunda rivalidad familiar, una que dividió a un pueblo alemán y dio forma a dos de los gigantes más grandes de la industria. El origen de Puma se entrelaza de manera inseparable con la figura de Rudolf Dassler, un visionario con un talento innato para las ventas y las relaciones públicas. Su historia comienza junto a su hermano menor, Adolf "Adi" Dassler, en la pequeña ciudad de Herzogenaurach, en Baviera. Allí, en un humilde taller, ambos fundaron la "Gebrüder Dassler Schuhfabrik" (Fábrica de Calzado de los Hermanos Dassler) en 1924, un negocio que, a pesar de su escala inicial, sentó las bases para una revolución en el deporte. Mientras Adi se enfocaba en la creación técnica y el diseño, Rudi era la fuerza impulsora detrás de la comercialización, llevando los productos de la incipiente empresa a los atletas y al público.

La tensión entre los hermanos creció a la par del éxito de su empresa. Las personalidades de Rudolf y Adi eran opuestas: uno extrovertido y astuto para los negocios, el otro un perfeccionista introvertido dedicado a la innovación. Su colaboración, si bien productiva, estaba marcada por desacuerdos que se exacerbaron con la llegada de la Segunda Guerra Mundial.

El conflicto bélico no solo puso a prueba su sociedad, sino que la fracturó de manera irreparable. Las discrepancias políticas y personales llegaron a un punto de no retorno cuando Rudolf, sirviendo en el ejército, sospechó que su hermano lo había denunciado ante las fuerzas aliadas. Al regresar a Herzogenaurach, la desconfianza se había convertido en un abismo insalvable. La amargura y la traición percibida llevaron a una ruptura definitiva. En 1948, los hermanos tomaron la difícil decisión de separarse y dividir la empresa. La mayoría de los empleados optó por seguir a Adi, quien fundó Adidas. Rudolf, por su parte, se llevó consigo a catorce trabajadores y cruzó el río Aurach, estableciendo su propia fábrica a solo unos metros de distancia.

Rudolf Dassler, rebautizó su empresa inicialmente como "Ruda" (combinación de las primeras letras de su nombre y apellido), pero rápidamente cambió el nombre a Puma. Esta elección no fue casual, el puma, un felino conocido por su velocidad, fuerza y agilidad, reflejaba la visión que Rudolf tenía para su marca. El primer logo, que apareció en 1948, era una representación del animal con ojos y nariz, aunque fue simplificado con el tiempo hasta convertirse en el icónico "formstripe" y la silueta estilizada que se conoce hoy en día. Desde sus primeros días, Puma se distinguió por su enfoque en la innovación técnica. En 1950, la marca lanzó el "Atom", su primera bota de fútbol, y en el Mundial de 1954, la selección de Alemania Occidental utilizó un modelo Puma con tacos atornillables, una tecnología pionera que ofrecía una tracción superior y revolucionó el juego. Esta capacidad de adaptación e innovación se convirtió en un sello distintivo de la marca.

La película Duelo de hermanos: la historia de Adidas y Puma (2016) narra el enfrentamiento de los hermanos Dassler, cuya rivalidad personal acabó dividiendo no solo a su familia, sino también a su ciudad natal y al mundo del deporte. Lo que comenzó como un taller de calzado deportivo en común derivó en la fundación de dos de las marcas más icónicas de la historia: Adidas y Puma. El filme muestra cómo la ambición, los conflictos familiares y el contexto político de la Alemania del siglo XX dieron forma a una de las competencias empresariales más legendarias del sector textil y deportivo.

La rivalidad entre los hermanos Dassler trascendió el ámbito empresarial para permear la vida diaria de Herzogenaurach.

La ciudad se dividió entre los leales a Adidas y los de Puma, con empleados, familias e incluso clubes deportivos tomando partido por una u otra marca. Esta competencia se manifestó de manera más notoria en los grandes eventos deportivos internacionales, donde ambas compañías luchaban por patrocinar a los atletas más destacados. En la década de 1960, Puma logró un hito significativo al asociarse con figuras legendarias. Un momento que pasó a la historia ocurrió en los Juegos Olímpicos de 1968, cuando el velocista Tommie Smith, patrocinado por la marca, ganó la medalla de oro y, en un acto de protesta que resonó globalmente, levantó su puño enguantado en el podio, con sus zapatillas Puma Suede a la vista. Este evento cimentó la relación de la marca con atletas influyentes y su capacidad para conectar con los movimientos culturales.

El legado de Puma continuó forjándose con alianzas estratégicas con íconos del deporte. Pelé, en el Mundial de 1970, protagonizó un momento que se convirtió en leyenda del marketing. Justo antes del pitido inicial, pidió al árbitro que le permitiera atarse los cordones de sus botas, un gesto que captó la atención de millones de espectadores que pudieron ver de cerca el logo del felino en sus pies. Este tipo de asociaciones, que incluían también a figuras como Johan Cruyff y Diego Maradona, establecieron a Puma no solo como una marca de rendimiento, sino como una con un carisma único, capaz de conectar con la esencia de sus deportistas.

Con el paso del tiempo, la firma demostró una notable capacidad para adaptarse a los cambios del mercado, evolucionando más allá del calzado deportivo para convertirse en un actor relevante en la moda y el estilo de vida. A finales de los años 90 y principios de los 2000, bajo un nuevo liderazgo, la compañía reforzó su enfoque en la innovación y las colaboraciones de diseño. Alianzas con diseñadores de alta costura como Jil Sander y con marcas de automovilismo como Ferrari y BMW le permitieron ampliar su público y posicionarse como un referente en la confluencia entre el deporte y la moda urbana. A la fecha, Puma mantiene su sede en Herzogenaurach, a pocos metros de su eterno rival, con un legado de innovación y un espíritu de audacia que se remonta a la audaz decisión de su fundador, Rudolf Dassler, hace más de 75 años.

La coyuntura financiera que rodea a Puma en la actualidad revela un panorama complejo y lleno de desafíos. La marca, que ha construido su identidad sobre la base de la velocidad y el rendimiento, enfrenta ahora turbulencias significativas en el mercado. En los últimos tiempos, se ha especulado con la posibilidad de que Artémis, el holding de la influyente familia Pinault y accionista mayoritario de la empresa con una participación del 29%, pueda estar considerando desprenderse de sus activos. Este rumor, que rápidamente se difundió en los mercados, provocó una subida de más del 20% en el valor de las acciones de Puma, una reacción que refleja el optimismo de los inversores ante un posible cambio de rumbo. La caída de las ventas, el exceso de inventario y una demanda debilitada han sido los principales motivos de los malos resultados financieros, que se han visto agravados por los nuevos aranceles estadounidenses a las importaciones de países asiáticos clave como China y Vietnam. Estos aranceles, que entraron en vigor en 2025, impactaron a la compañía con una pérdida de 93 millones de dólares en beneficios brutos.

Las dificultades financieras se hicieron más evidentes en el segundo trimestre de este año, cuando las ventas de la marca cayeron un 2% en comparación con el mismo periodo del año anterior.

Como consecuencia, la empresa se vio obligada a reducir drásticamente su previsión anual de ganancias. La preocupación entre los inversores ha sido palpable, con una caída de más del 50% en el valor de las acciones de Puma a lo largo del año, lo que ha llevado su valor de mercado a los 3.200 millones de dólares. Ante esta situación, la salida de Artémis se presenta como una posibilidad real. El mercado ya ha comenzado a especular sobre quién podría ser el próximo dueño de la marca del felino. Entre los posibles candidatos se barajan nombres como los gigantes chinos Anta Sports y Li Ning, así como firmas deportivas estadounidenses o incluso fondos soberanos de Oriente Medio. La esperanza es que un nuevo propietario pueda inyectar un impulso renovado y una nueva estrategia para revitalizar a la marca.

La reacción del mercado a estos rumores fue inmediata y notoria. El pasado 25 de agosto, la cotización de Puma en la Bolsa de Fráncfort experimentó un significativo aumento del 15,96%, elevando el valor de la firma a 21,73 euros por acción. Durante esa jornada, el valor alcanzó un máximo de 22,13 euros. A pesar de este repunte, el valor actual de las acciones sigue siendo un 41,71% inferior al que tenía hace un año, cuando se cotizaba a 37,28 euros. El recorrido de la marca en la bolsa ha sido errático en los últimos doce meses, alcanzando un máximo de 47,93 euros en noviembre para luego iniciar un declive constante. La especulación sobre la posible venta de la participación de Artémis es un claro indicativo de que Puma, pese a su rica historia y legado, se encuentra en un punto de inflexión crucial. El futuro de la marca dependerá de la capacidad de su liderazgo para sortear estas dificultades y, si se concreta una venta, de la visión del nuevo propietario para reorientar su estrategia en un mercado tan cambiante.

Más Leídos
Continua Leyendo...
Contenidos Patrocinados
ADS
Promocionados