A menudo vemos empresas que no conectan con las personas, que se enfocan en su negocio desvinculándose de quienes tienen el poder de hacerlo realidad; empresas que llegan a parecer deshumanizadas. Es probable que esas compañías no estén trabajando bien su marca, o lo estén haciendo en una dirección mejorable. Para construir una marca fuerte, lo primero que debe hacerse es cimentar una personalidad fuerte. Una personalidad estratégica que sea a la vez creíble para lo que la empresa hace y significa, diferente de su competencia y relevante para sus públicos. Una personalidad que ayude a transmitir su propuesta de valor.
En segundo lugar, debe trasladarse esa personalidad a una identidad que la proyecte de forma óptima. Pero ¿cómo se da este salto? ¿Cómo se trasmite una personalidad abstracta a una identidad concreta? ¿Cómo se pone de acuerdo a todos los equipos que se encargarán de ello, a todos los representantes de la marca?
La respuesta es el arquetipo. La correcta elección y definición de un arquetipo parece una buena solución. Un arquetipo es un personaje que reconocen y comprenden de manera similar diferentes culturas y generaciones, concretando en sí mismo una personalidad abstracta. Un concepto que lleva más de un siglo acuñado y desarrollado, y que hoy tiene más que demostrada su utilidad.
Pueden elegirse uno o dos combinados, entre los 12 básicos y a partir de ahí, matizarlo/s para maximizar la fidelidad a esa personalidad que previamente se ha definido desde una perspectiva estratégica. Y por encima de todo, para hacer que la marca conecte de una forma más real, profunda y sostenida con sus públicos.
Presentaremos los 12 arquetipos siguiendo la matriz de Jung, psicólogo suizo que los concibió a principios del siglo XX, con una breve descripción y un ejemplo cada uno. Teniendo clara tu personalidad de marca? ¿con cuál te quedarías? ¿Cuál refleja claramente tu diferencia, tu ambición y lo que necesitan o desean tus públicos al mismo tiempo?
El uso de un arquetipo guiará la identidad visual, verbal y actitudinal de una manera mucho más unívoca y simple. Pongamos que tu marca es la divertida ¿su color sería naranja o celeste? ¿Su tipografía sería de palo o de tacón? ¿Su voz estaría llena de exclamaciones o de puntos suspensivos? ¿Colaborarías con El Club De La Comedia o con la Selección Alemana de Fútbol? Una vez elegido el arquetipo y construida la identidad, debe comenzarse el camino a una implementación coherente y consistente a lo largo del tiempo.
Parece claro que si nos hemos decantado por un arquetipo auténtico, que responde a lo que somos y por lo que luchamos, la gestión de nuestra marca se facilitará y significaremos más para nuestros públicos hoy, y siempre.