Por Redacción - 19 Noviembre 2025

Madrid, 19 de noviembre de 2025 — La progresiva integración de la inteligencia artificial en el tejido empresarial español ha dejado de ser una promesa futurista para convertirse en una realidad tangible que redefine las jerarquías y los flujos de trabajo. A medida que las capacidades de los algoritmos se refinan, surge una cuestión fundamental que trasciende la mera eficiencia técnica para adentrarse en el terreno de la psicología laboral y la cultura corporativa: la posibilidad de que una máquina asuma roles directivos. Según los datos arrojados por el informe Digital Pulse 2025: Barómetro de Madurez Digital de la Empresa Española, elaborado por la firma Excelia, existe una minoría significativa del 16,1% de los profesionales que ya se muestra abierta a trabajar bajo un liderazgo completamente autónomo ejercido por una inteligencia artificial, con la única condición de que esta demuestre resultados superiores a los de un homólogo humano.

Este hallazgo evidencia un cambio de mentalidad en cierto sector de la fuerza laboral que prioriza la objetividad del dato y la optimización de resultados por encima de la empatía o la gestión emocional tradicional. Sin embargo, la resistencia al cambio en las cúpulas de mando sigue siendo la norma predominante. El estudio, que recoge las impresiones de más de cuatrocientos profesionales de diversos sectores, subraya que para el 44,4% de los encuestados el factor humano continúa siendo una pieza insustituible en la ecuación del liderazgo. Esta cifra refleja la convicción de que la gestión de equipos, la resolución de conflictos interpersonales y la visión ética de los negocios requieren de una sensibilidad que, a día de hoy, el código informático no puede replicar. Existe, no obstante, un terreno intermedio donde se ubica el 39,5% de la muestra, un grupo que aceptaría la gestión algorítmica únicamente si esta se encuentra sometida a una estricta supervisión humana, planteando un modelo híbrido de gestión.

La gestión del dato y la supervisión de TI

Más allá del debate sobre quién o qué debe liderar, la realidad operativa presenta desafíos inmediatos relacionados con la seguridad y el control de la información. La inteligencia artificial se ha filtrado en las rutinas diarias de los empleados a una velocidad que supera la capacidad de reacción de muchos departamentos de tecnología. El fenómeno conocido como "Shadow AI" o el uso de herramientas de inteligencia artificial en la sombra, sin el conocimiento o la aprobación explícita de la organización, es una tendencia al alza. Los datos de Excelia son reveladores en este aspecto: más de la mitad de los encuestados, concretamente un 50,6%, reconoce que en sus empresas se produce un uso no oficial de estas tecnologías por parte de equipos o individuos específicos.

Esta falta de visibilidad sobre las herramientas que realmente se están utilizando plantea serios riesgos en términos de ciberseguridad, privacidad de los datos y cumplimiento normativo. Únicamente el 38,3% de los profesionales puede afirmar con seguridad que el uso de la IA en su organización está totalmente supervisado y validado por el área de Tecnologías de la Información. Aún más preocupante resulta que un 11,1% de los participantes señale que el uso descontrolado está generalizado, lo que sugiere que en muchas compañías la adopción tecnológica está sucediendo de abajo hacia arriba, impulsada por la necesidad de los empleados de ser más eficientes, pero careciendo de una estrategia corporativa unificada que mitigue los riesgos asociados.

Reconfiguración del mercado laboral y nuevas competencias

La narrativa apocalíptica sobre la destrucción masiva de empleo a manos de la automatización parece perder fuerza frente a una visión más pragmática y constructiva de la evolución laboral. Frente a la incertidumbre, el 45,7% de los profesionales españoles ha adoptado una postura de confianza, considerando la inteligencia artificial no como un sustituto, sino como un potenciador de sus propias habilidades que descarta reducciones drásticas de plantilla. Esta perspectiva sugiere que los trabajadores están empezando a ver estas herramientas como aliados para eliminar tareas repetitivas y centrarse en labores de mayor valor añadido.

Por otro lado, un 35,8% de los encuestados mantiene una visión realista sobre la transformación de los roles. Si bien reconocen que la tecnología podría asumir ciertas funciones actuales, anticipan que este movimiento generará la necesidad de incorporar perfiles mucho más especializados y técnicos, desplazando la demanda laboral hacia nuevas áreas de conocimiento. Solo un sector minoritario, el 18,5%, mantiene una perspectiva pesimista, opinando que la implementación de estos sistemas tendrá un efecto directo en la reducción de costes mediante la disminución del número de empleados.

La visión estratégica como factor determinante

La interpretación de estos datos apunta a que la tecnología por sí sola no es garantía de éxito empresarial. La capacidad de las organizaciones para integrar estas herramientas depende intrínsecamente de la calidad del criterio humano que las dirige. Expertos como Antonio Cerdán, directivo del área de hiperautomatización en la consultora autora del informe, insisten en que el valor real de la inteligencia artificial reside en su interpretación y orientación hacia objetivos de negocio concretos. La eficiencia algorítmica carece de propósito sin la ética y la visión estratégica que aportan las personas.

Por consiguiente, la implantación de estas soluciones no puede ser un proceso improvisado o reactivo. Las compañías se enfrentan a la obligación de diseñar hojas de ruta claras y establecer marcos de directrices que aseguren un uso coherente de la tecnología. La innovación sostenible no surge de la adopción indiscriminada de la última herramienta disponible, sino de una planificación que alinee las capacidades digitales con la cultura de la empresa y sus metas a largo plazo. Solo bajo estas premisas la inteligencia artificial podrá desplegar su potencial completo, actuando como palanca de competitividad y no como un elemento disruptivo sin control.

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