Por Redacción - 20 Febrero 2025

En el mundo de la moda, la autenticidad y la exclusividad han sido históricamente valores fundamentales. Sin embargo, España se posiciona como el segundo país de la Unión Europea con mayor compra intencionada de falsificaciones, solo por detrás de Bulgaria, según un informe de 2023 de la Oficina Europea de Propiedad Intelectual de la UE (EUIPO). Lo que en un principio podría asociarse únicamente a artículos de lujo, se extiende también a productos de marcas más accesibles, configurando un fenómeno complejo impulsado por factores psicológicos y sociales.

Tal y como recoge un reciente artículo publicado por Vogue España que contó con la participación de varias psicólogas, el auge de la compra de falsificaciones responde a múltiples factores. Laura Villanueva, psicóloga y fundadora de Psicologodemadrid, lo vincula con un vacío emocional y con la creciente dificultad para tolerar la frustración en una sociedad acostumbrada a la gratificación inmediata. “Quiero eso y lo quiero ya, y si me cuesta poco, mejor”, sintetiza Villanueva. A esta explicación se suman las consideraciones de Silvia Dal Ben, Clinical Manager de Unobravo en España, quien destaca la influencia de la presión social y la necesidad de pertenencia como motores de este fenómeno.

El calzado es un claro reflejo de esta tendencia. Modelos icónicos como los botines de Timberland o las zapatillas Nike Air Jordan y Adidas de Wales Bonner proliferan en el mercado de las imitaciones. Si bien no se trata de productos con precios inalcanzables, sí representan un coste significativo para muchos consumidores. Algo similar ocurre con prendas de marcas como Isabel Marant, Moncler o The North Face, cuyos nombres encabezan las búsquedas en plataformas de falsificaciones como Hacoo, un fenómeno de origen chino que ha cobrado fuerza en España gracias a su viralización en redes sociales.

Desde edades tempranas, los consumidores están expuestos a imágenes que establecen un estándar de lo que se considera “de moda”, reforzando la idea de que el éxito y la felicidad están ligados a la posesión y exhibición de ciertos artículos. Según Dal Ben, esta dinámica lleva a muchos a adquirir falsificaciones con el objetivo de ser aceptados en determinados círculos sociales o proyectar una imagen aspiracional. De hecho, un estudio del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid revela que el perfil del comprador de falsificaciones es mayoritariamente menor de 35 años y experimenta una sensación de orgullo ante la adquisición de estos productos.

Más allá de la presión social, el deseo de estatus y reconocimiento refuerza la compra de artículos falsificados. La moda, además de una industria, es un vehículo de expresión personal y de integración en grupos específicos. Como apunta Villanueva, la necesidad de encajar es innata en los seres humanos: “Pertenecer a un grupo nos asegura la supervivencia. La forma más sencilla de hacerlo es pareciéndonos a los miembros de ese grupo, y la imagen es lo primero que se percibe”. En este contexto, las falsificaciones permiten acceder simbólicamente a un estatus social más elevado sin el coste económico de los productos originales.

La vulnerabilidad de la autoestima también influye en estas decisiones de consumo. Según Dal Ben, algunas personas recurren a la ropa como una herramienta para compensar inseguridades, buscando validación externa a través de la posesión de ciertos artículos. “Si hemos desarrollado una autoestima saludable, la imagen tendrá un peso relativo en nuestra percepción de valor. Pero si nuestra autoestima es frágil, la opinión de los demás y su aprobación serán determinantes”, explica Villanueva.

Otro aspecto fundamental destacado por Vogue España dentro de este fenómeno es la confusión entre deseo y necesidad. Cada vez resulta más difícil diferenciar entre lo que se quiere y lo que es imprescindible. Esta falta de distinción lleva a justificar la proliferación de falsificaciones como un medio para alcanzar un fin: “Codificamos bienes materiales como necesidades y justificamos su adquisición para llenar un vacío interior”, afirma Villanueva. Esta dinámica refuerza el consumismo, especialmente cuando la compra se percibe como una fuente de bienestar emocional. De igual forma, la gratificación instantánea también desempeña un papel crucial en la expansión del mercado de falsificaciones. Al comprar, el cerebro libera dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa, lo que refuerza el comportamiento de compra compulsiva. Sin embargo, este placer es efímero y genera un ciclo de consumo continuo. Las falsificaciones, al ser más accesibles, facilitan esta espiral de consumo, priorizando la cantidad sobre la calidad.

En España, la normalización de ciertas prácticas relacionadas con la economía sumergida también contribuye a la expansión de este mercado. La “picaresca española” es contemplada como un factor que influye en la tolerancia hacia la compra de falsificaciones, asociando esta actitud a una percepción de astucia y ventaja personal, sin considerar las implicaciones sociales y económicas de estas prácticas.

La naturaleza misma de la moda fomenta este fenómeno. La vestimenta es una herramienta de comunicación y expresión personal, y la posibilidad de acceder a determinados estilos a través de falsificaciones refuerza la percepción de éxito y sofisticación, incluso cuando el producto no es auténtico. En un mundo donde la imagen tiene un peso creciente, la línea entre originalidad y copia se difumina cada vez más, dejando abierta la reflexión sobre el impacto cultural, social y económico de esta tendencia en auge.

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