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La tristeza Covid o por qué empezamos a sentir fatiga por la pandemia y lo que eso cambia para la estrategia de las marcas

Los ciudadanos empiezan a estar quemados con el coronavirus y eso hace que el cierre del año sea volátil y complicado

Por Redacción - 13 Octubre 2020

Cuando en marzo escalaban los casos de coronavirus en las grandes ciudades, Madrid incluida, las redes sociales se llenaron de mensajes de muchas personas que insistían en el mensaje de "quédate en casa". Como término fue trending topic y, antes de que se decretase el estado de alarma y todo el mundo tuviese que quedarse en su hogar por imperativo legal, muchas personas estaban ya anunciando que lo harían e intentando convencer a los demás de que lo hiciesen también.

Cuando en septiembre los casos volvían a escalar en Madrid, las redes sociales estaban llenas de comentarios sobre la escena política y de debates acalorados. No se volvió a registrar ningún trending topic feel good y buen rollista de gente prometiendo no salir a ningún lado.

¿Qué ocurrió entre un mes y otro y qué hizo que la respuesta de la gente fuese diferente? La enfermedad era, al fin y al cabo, la misma y el peligro similar. En parte, la situación de partida era distinta y lo que sorprendía a los ciudadanos no era tanto la enfermedad como el clima político.

Pero, además, había cambiado otro elemento. Las personas empezaban a estar cansadas de la pandemia y tampoco estaban en el mismo nivel emocional en el que se encontraban meses atrás. En los más de seis meses que llevamos desde que estalló la crisis, nos hemos saturado del coronavirus y de todo lo que nos está obligando a hacer.

La fatiga pandémica

Los expertos lo dejan claro. La OMS ya ha avisado de que en Europa se está produciendo fatiga de la pandemia. La OMS lo apunta como la razón por la que, aunque en Europa se están instaurando medidas de control y de prevención contra la enfermedad, los ciudadanos son más reacios a cumplirlo.

"Los ciudadanos han hecho ingentes sacrificios para contener la covid-19", explica el director regional de Europa, Hans Henri P. Kluge, hablando del "extraordinario coste asociado". Esto ha agotado a todo el mundo, señala, "sin que importe donde vivimos o qué hacemos. En estas circunstancias, es fácil y natural sentirse apático y desmotivado".

La fatiga pandémica no solo afecta a cómo respondemos a las medidas contra la enfermedad, sino que también está impactando en nuestra vida cotidiana. "Es como ir en tren y ver cómo pasa tu vida, pero tú estás fuera", le decía un paciente a su psicólogo, que lo empleaba como ejemplo para hablar de la tristeza covid en un artículo en The Conversation.

No estamos en medio de una depresión clínica generalizada, pero sí estamos inmersos en una suerte de tristeza generalizada. La decepción ante lo que ha ocurrido y sobre todo ante las expectativas incumplidas de la desescalada (no hemos vuelto a la normalidad y la nueva normalidad no es Jauja) explican esta percepción de las cosas.

Toda esta situación tiene un efecto directo en la salud mental de la población, en cómo nos encontramos y en cómo nos enfrentamos a las cosas. De un modo más prosaico, también afecta a cómo consumimos, cómo nos relacionamos con las marcas y cómo nos afecta la estrategia de marketing, publicidad y comunicación que siguen las empresas.

El peso de la crisis lastra las decisiones

Además, los propios responsables de lo que hacen las compañías no son ajenos a esta situación. Como apuntan en Harvard Business Review, los directivos y los líderes corporativos sienten el peso de la crisis a la hora de tomar decisiones. Para ellos, el coronavirus se ha convertido en un elemento que hace que se sientan mucho peor, que hace que las decisiones que toman sean mucho más complejas y mucho más delicadas.

Existen mecanismos para intentar corregir esa situación y para llevar mejor la carga de la crisis. En el análisis hablan de trabajar más en conjunción con el equipo, ser más rápidos a la hora de solventar errores, dar más apoyo a los empleados o cambiar el foco de lo que importa.

Sin embargo, los responsables de las compañías deben asumir que el cierre del año y la resaca del coronavirus será un momento difícil y tomar decisiones siendo conscientes de ello.

Un cierre de año brutal

Un estudio de McKinney acaba, de hecho, de señalar que el cierre del año será, y es el término que emplean, un "shit show", una expresión muy coloquial para referirse a una situación caótica. En su análisis parten de lo que ocurre en Estados Unidos, donde a la enfermedad hay que sumar las elecciones presidenciales.

Aun así, las emociones de las que hablan resuenan bastante más allá de ese mercado. Según McKinney, los consumidores se sienten "abrumados" y en una situación en la que no saben qué hacer. Están estresados y desbordados y, aunque todo apunta que este año darán más importancia a la campaña navideña y al consumo en esas fechas para compensar el año, predecir qué ocurrirá y qué deben hacer las empresas es muy complicado. Las marcas, apuntan, deben trabajar para hacer que se sientan mejor y apostar por experiencias en lugar de anuncios.

Pero es que hasta en publicidad es difícil comprender qué hacer y cómo apelar a esos consumidores fatigados y cansados de la situación. Un estudio de Real Talk Insight acaba de analizar la respuesta a los anuncios temáticos del coronavirus y a los mensajes de marca vinculados. En general, y a pesar de los datos contradictorios, se podría concluir lo que señalan al hilo de los datos en AdWeek: los consumidores están quemados ya del tema.

Así, un 60% de los consumidores sigue señalando que es bueno ver que las empresas lanzan este tipo de mensajes vinculados al coronavirus. Sin embargo, un 55% cree que los anuncios son simplemente complacientes y un 44% que los anuncios han empezado a parecerse todos demasiado. Cuando se le pide a los consumidores que recuerden una campaña concreta de todas las del coronavirus, un 70% no es capaz de hacerlo.

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