
Por Redacción - 29 Abril 2025
El gran apagón del 28 de abril de 2025 pasará a la historia como una de las jornadas más críticas para el tejido empresarial español. Un apagón eléctrico de gran magnitud afectó a todo el territorio nacional, así como a Portugal y parte del sur de Francia, dejando sin electricidad durante horas a millones de personas, empresas y servicios esenciales. El impacto sobre las marcas y los negocios fue inmediato y profundo, revelando la vulnerabilidad de muchos sectores frente a emergencias energéticas de gran escala.
La caída repentina del suministro eléctrico, que comenzó poco después del mediodía, provocó la paralización de numerosas fábricas y centros industriales. En Cartagena, Repsol tuvo que detener la producción en su complejo petroquímico, activando las antorchas de seguridad para liberar los gases acumulados. Esta situación coincidió con paradas programadas en las centrales nucleares de Ascó I y II, lo que limitó aún más la capacidad de respuesta del sistema eléctrico español. Las empresas industriales no solo dejaron de operar, sino que también afrontaron riesgos importantes en cuanto a seguridad, mantenimiento y pérdida de producción.
Este evento ha generado una profunda reflexión entre las marcas y empresas españolas
Para muchas mepresas y marcas, el apagón significó no solo una interrupción de sus operaciones, sino también una alerta clara sobre la necesidad de reforzar su resiliencia. El incidente ha evidenciado la urgencia de contar con sistemas de respaldo energético, planes de contingencia actualizados y una inversión más decidida en fuentes de energía sostenibles y descentralizadas.

El gran apagón ha provocado un fuerte golpe económico en España, con unas pérdidas estimadas de 2.000 millones de euros, lo que representa aproximadamente un 0,5 % del PIB trimestral, según un análisis preliminar de Bloomberg Economics. Aunque el Instituto Nacional de Estadística aún no refleja este impacto en sus datos oficiales, el cálculo parte del PIB del primer trimestre, que ascendió a 411.366 millones de euros. Antes del apagón, la economía española mostraba un rendimiento destacado en la zona euro, con una previsión de crecimiento del 2,5 % por parte del Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el corte masivo de suministro ha alterado este panorama, afectando especialmente al comercio, la hostelería y los autónomos, que concentran, según ATA, alrededor de 1.300 millones de euros en pérdidas. La falta de frío en establecimientos y la paralización de actividades durante casi 20 horas en algunas zonas podrían agravar aún más el balance en los próximos días.
El apagón tuvo un impacto especialmente severo en el sector industrial, obligando a grandes compañías como Seat, Ford, Iveco, ArcelorMittal y Celsa a detener por completo su producción debido al corte eléctrico. En el caso de la planta petroquímica de Tarragona, la emergencia activó protocolos de seguridad que provocaron la emisión de humo negro, aunque sin representar un riesgo para la población. Por su parte, otras empresas, como CAF o las pertenecientes al grupo Mondragón, recurrieron a sistemas de generación propios para mantener operativos sus servicios esenciales. Las organizaciones empresariales respondieron con recomendaciones urgentes orientadas a priorizar el suministro energético en actividades clave, mientras las autoridades comenzaban a calcular el impacto económico de la crisis.

En el comercio minorista, el apagón obligó al cierre forzoso de numerosos establecimientos
El comercio minorista fue uno de los sectores más golpeados por el apagón. Superficies como DIA y Ahorramás se vieron obligadas a cerrar temporalmente numerosos locales ante la imposibilidad de operar sin suministro eléctrico. En contraste, otras enseñas como Mercadona, El Corte Inglés o Alcampo consiguieron mantener parte de sus servicios gracias a la activación de generadores de emergencia. No obstante, el parón afectó de forma generalizada a pequeños negocios como tiendas de barrio, bares o panaderías, que quedaron completamente inoperativos o funcionaron de manera muy limitada. Aun con soluciones temporales, las ventas cayeron en picado y la experiencia de compra se convirtió en un caos para miles de consumidores en distintas zonas del país.
Uno de los efectos más notables se produjo en las telecomunicaciones
El apagón provocó caídas masivas de red que afectaron tanto a llamadas telefónicas como a servicios de mensajería y conectividad digital. Las principales operadoras, como Telefónica, Vodafone y Masorange, activaron protocolos de emergencia para mantener sus infraestructuras con baterías y generadores, pero no pudieron evitar interrupciones prolongadas que afectaron tanto a usuarios particulares como a negocios digitales y de atención al cliente.
En el ámbito del transporte, las consecuencias fueron igualmente graves. El apagón provocó la paralización del metro y los trenes de cercanías en ciudades como Madrid y Barcelona. Los túneles urbanos quedaron cerrados por seguridad y muchas rutas de transporte y logística se vieron interrumpidas. Esto generó retrasos en la entrega de productos, colapsos de tráfico y dificultades operativas para empresas que dependen de una cadena de suministro ágil y continua. Los hospitales y servicios de emergencia lograron mantener su funcionamiento gracias a generadores eléctricos de respaldo, pero la situación dejó al descubierto los riesgos que implica una dependencia total de la red eléctrica convencional. Aunque los protocolos de emergencia funcionaron en la mayoría de los casos, la presión sobre estos servicios fue considerable.

En este sentido, ERNI España, lanza una advertencia contundente: la ciberseguridad ya no puede considerarse un complemento, sino un requisito mínimo e ineludible para la supervivencia y competitividad de cualquier organización. Este llamado a la acción cobra aún más relevancia tras incidentes como el gran apagón eléctrico que recientemente paralizó sectores críticos en España, dejando al descubierto la fragilidad de las infraestructuras tecnológicas y operativas sin protección adecuada. David Soto, consultor IT especializado en ciberseguridad de la compañía, lo resume con claridad: cada innovación tecnológica, por prometedora que sea, abre también una nueva puerta a posibles atacantes. El riesgo ya no es una posibilidad remota, sino una constante palpable. Cada línea de código, cada interfaz abierta, cada dispositivo conectado representa una nueva superficie de ataque. En este contexto, la transformación digital no puede avanzar si no está sostenida por una estrategia de seguridad que abarque todos los niveles de la organización, desde el núcleo de los sistemas internos hasta los eslabones más externos de la cadena de suministro.
El impacto de los ciberataques no se limita a las grandes corporaciones. Las pequeñas y medianas empresas son especialmente vulnerables, muchas veces sin equipos de seguridad propios ni recursos suficientes para mitigar ataques. En Europa, el coste medio de una brecha de seguridad para una pyme ya supera los 200.000 euros. Sin embargo, más allá del daño financiero inmediato, las secuelas pueden ser devastadoras: pérdida de confianza por parte de clientes y socios, deterioro de la imagen de marca, fuga de talento y sanciones legales derivadas del incumplimiento normativo.
El gran apagón no solo dejó sin luz al país, también apagó certezas y rutinas empresariales. Para muchas compañías, ha sido una sacudida que las obliga a revisar sus estructuras operativas y su capacidad de respuesta ante crisis inesperadas. La lección es clara: la preparación ante emergencias no puede seguir siendo opcional. La pregunta que queda abierta es si las empresas estarán listas para afrontar el próximo gran desafío energético.

