¿Aprovechan las empresas la crisis para disparar los precios y aumentar sus ganancias?
Por Redacción - 7 Julio 2025
Una profunda investigación arroja luz sobre la compleja dinámica detrás de la inflación reciente, sugiriendo que la responsabilidad no recae únicamente en las tradicionales presiones de la oferta y la demanda. Un estudio reciente, titulado "Implicit coordination in sellers’ inflation: How cost shocks facilitate price hikes", propone que las empresas desempeñan un papel crucial en la escalada de precios, aprovechando periodos de crisis para asegurar y, en ocasiones, incrementar sus márgenes de beneficio. Esta coordinación, que dista de ser un acuerdo explícito entre compañías, se manifiesta en una tendencia de subir los precios en momentos en que los consumidores muestran una menor resistencia a tales ajustes, una ventana de oportunidad que ha sido clave en el repunte inflacionario desde 2021.
El discurso predominante que atribuía las alzas de precios a disrupciones en las cadenas de suministro, incrementos en el coste energético o un repunte de la demanda post-pandemia, es complementado ahora por esta nueva perspectiva. El informe, publicado en la revista científica Structural Change and Economic Dynamics, argumenta que las propias empresas, a través de una acción coordinada implícita, han contribuido significativamente a la escalada inflacionaria. Economistas como Isabella M. Weber, reconocida por su trabajo en inflación, son coautores de este estudio, que enfatiza que la subida de precios no es meramente una respuesta a la necesidad de cubrir costes, sino una estrategia para expandir los márgenes de beneficio en un entorno permisivo.
La investigación se fundamenta en un análisis meticuloso de 138.962 transcripciones de llamadas sobre resultados corporativos de 4.823 empresas. Utilizando herramientas avanzadas de análisis de lenguaje natural, los investigadores lograron descifrar el tono con el que los ejecutivos abordaban los aumentos de costes. Descubrieron un patrón revelador: cuando los incrementos de costes eran generalizados, como durante la pandemia o la invasión de Ucrania, los ejecutivos expresaban una actitud más favorable, interpretándolo como una oportunidad para ajustar precios sin perder competitividad. Sin embargo, si el aumento de costes afectaba solo a su empresa, la cautela prevalecía, ante el riesgo de que la competencia captara a sus clientes. Esta conducta sugiere una coordinación sin pactos formales, donde cada empresa asume que las demás, al encontrarse en una situación similar, también optarán por subir precios.
Un hallazgo central del estudio es cómo las restricciones de oferta, como la escasez de componentes o problemas de transporte, junto con el contexto de una crisis, generan una mayor aceptación por parte de los consumidores ante los aumentos de precios.
Esta circunstancia valida y refuerza la decisión de las empresas de incrementar sus tarifas. Un directivo de una compañía tecnológica, citado en el estudio, lo expresó con claridad: "Los clientes entienden la situación. No ha habido apenas resistencia a los aumentos de precios". Esta percepción de legitimidad social alimenta lo que los autores denominan “inflación de los vendedores”, un concepto que se remonta a las ideas del economista Abba Lerner en la década de los cincuenta.
El estudio desglosa este tipo de inflación en tres etapas distintas. La primera fase es un “shock de costes” inicial, desencadenado por una crisis que afecta a sectores esenciales como la energía o los alimentos. Luego, este aumento se propaga a través de toda la cadena de valor. Finalmente, se llega a una fase de conflicto, donde los trabajadores buscan recuperar el poder adquisitivo perdido, lo que puede dar lugar a demandas de aumentos salariales y, consecuentemente, a una mayor presión inflacionaria. Es crucial señalar que, una vez que los costes se estabilizan o disminuyen, muchas empresas no reducen sus precios, lo que les permite mantener beneficios extraordinarios, exacerbando la situación para los consumidores, quienes en el caso español, han visto mermado su poder de compra en hasta 1.200 euros debido a la inflación.
Los autores del estudio emiten una advertencia importante: las herramientas de política económica convencionales, como el incremento de los tipos de interés, podrían no ser suficientes para contener esta forma de inflación y, de hecho, podrían perjudicar a los trabajadores sin abordar la raíz del problema. Por ello, proponen una “caja de herramientas” alternativa. Esta incluye la creación de reservas estratégicas de productos esenciales para evitar cuellos de botella, la implementación de leyes antimonopolio más rigurosas para limitar el poder de mercado de las grandes corporaciones, la aplicación de impuestos sobre los beneficios extraordinarios de las empresas, y el establecimiento de normativas estrictas contra la especulación de precios en sectores vitales. Estas medidas, sostienen los investigadores, serían fundamentales para mitigar el impacto de futuros shocks de costes y evitar que las empresas capitalicen las crisis para aumentar los precios sin un control adecuado.
Aunque el estudio se centró en grandes corporaciones estadounidenses, sus hallazgos son, con alta probabilidad, aplicables a otras economías desarrolladas. Los investigadores reconocen ciertas limitaciones metodológicas, como la posible moderación del discurso de los directivos en llamadas públicas, pero insisten en que la tendencia observada es consistente y que los efectos de este fenómeno podrían persistir si no se implementan las medidas adecuadas. En un escenario global donde las crisis económicas son cada vez más recurrentes, impulsadas por factores tan diversos como el cambio climático, las tensiones geopolíticas o los desafíos de salud pública, la coordinación tácita de las empresas para elevar precios se presenta como una fuente persistente de inflación, demandando una reevaluación de las estrategias económicas tradicionales.











