Por Redacción - 1 Diciembre 2025

La histórica apertura de la primera tienda física de Shein en el emblemático edificio BHV (Bazar de l'Hôtel de Ville) de París ha desencadenado un profundo sismo comercial y ético en el mercado de la moda francesa.

Desde que la plataforma de moda ultrarrápida china se instaló en el centro comercial parisino, el pasado 5 de noviembre de 2025, hasta cuarenta marcas de reconocido prestigio han decidido retirar sus escaparates, evidenciando una fractura insalvable entre el modelo de negocio del ultra fast fashion y el savoir-faire y los valores tradicionales que históricamente han definido a la capital de la moda. Este movimiento de deserción, que incluye a casas de alta costura y firmas de belleza de gran calado como Dior, Chanel, Guerlain y Lancôme, subraya la polarización que vive el sector y sitúa al grupo SGM, propietario del BHV, ante un desafío reputacional y financiero de magnitud considerable, especialmente en plena temporada alta de ventas navideñas.

La llegada de Shein, con un espacio de 1.200 metros cuadrados en la sexta planta, simboliza mucho más que una simple expansión comercial; representa una confrontación directa entre dos filosofías irreconciliables. Por un lado, se encuentra el modelo de producción algorítmico y de bajo coste de Shein, criticado por su inmenso impacto medioambiental, las cuestionables condiciones laborales de sus proveedores, que a menudo implican jornadas extensas sin contratos formales, y un volumen de producción masivo y desechable. Por otro, se sitúan las marcas tradicionales, algunas de las cuales son incluso subcontratistas de grandes grupos como Zara y H&M y, por tanto, sujetas a rigurosas inspecciones que buscan garantizar la seguridad, el salario digno y las condiciones de producción dentro de la cadena de suministro, algo que, según voces expertas, no ocurre con la misma transparencia en el caso de la compañía china.

Las repercusiones de esta controversia han traspasado rápidamente la esfera puramente comercial, incursionando en el terreno político y social.

La indignación generada por la irrupción del gigante asiático ha sido un motor de movilización inédito, logrando una unidad de acción entre diseñadores, asociaciones ecologistas, activistas y figuras políticas que pocas veces se había visto. Incluso, una petición registrada en la Asamblea Nacional de Francia ya acumula más de 110.000 firmas, solicitando la prohibición de tiendas físicas de Shein en todo el territorio galo. Este clima de rechazo ha provocado el aplazamiento de las inauguraciones que Shein tenía previstas en al menos cinco ciudades francesas (Dijon, Reims, Grenoble, Angers y Limoges), donde los alcaldes han manifestado su oposición explícita, llegando incluso a solicitar la suspensión de las aperturas hasta que se verifique la legalidad de todos los productos que vende la plataforma.

La situación se agravó considerablemente tras el descubrimiento por parte del Gobierno francés de la venta de productos ilícitos e inmorales, incluyendo muñecas sexuales con apariencia infantil y armas prohibidas, lo que resultó en la suspensión temporal de la plataforma web en el país y en el inicio de un proceso judicial aún en curso. Este escándalo de las muñecas sexuales, sumado a los ya conocidos problemas de sostenibilidad y ética laboral, ha supuesto un duro golpe para la imagen de Shein en Europa, y también para el BHV, que ha visto cómo patrocinadores clave, como Disneyland París, han retirado su apoyo de la campaña navideña.

La decisión de acoger a Shein, percibida como una apuesta arriesgada para revitalizar un centro comercial con dificultades financieras previas, ha terminado por provocar una crisis de valores y una estampida de firmas de lujo que priorizan su reputación y el compromiso con una moda más ética y de calidad frente al tráfico de clientes que pueda aportar el fenómeno ultra-low-cost. La federación francesa del prêt-à-porter femenino llegó a calificar el día de la apertura como un "día negro para la moda francesa", sentenciando que la batalla por la definición del futuro textil está lejos de terminar.

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