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Los falsos gurús del Marketing y las redes sociales no mueren, se reinventan y ahora son expertos en IA

El fenómeno de los falsos gurús de la inteligencia artificial una táctica de reinvención digital para lucrarse fácilmente

Por Redacción - 11 Noviembre 2025

La constante evolución tecnológica, si bien promete avances sin precedentes, trae consigo un fenómeno recurrente que distorsiona su verdadero potencial: la proliferación de falsos expertos o 'vendehúmos'.

Aquellos que ayer capitalizaban el desconocimiento general sobre la gestión de marca personal o el crecimiento algorítmico en las plataformas sociales, hoy han pivotado su discurso hacia la inteligencia artificial. Este trasvase no es casual, sino una manifestación de una táctica oportunista que aprovecha la rapidez de la innovación y la fascinación pública por lo desconocido para construir una figura de autoridad artificial. En esencia, la narrativa se ha transformado, pero el método de venta sigue siendo el mismo: la promesa de un atajo hacia el éxito o el dominio de una materia compleja a cambio de un curso, una mentoría o una recomendación sesgada. Esta mutación ideológica evidencia una falta de principios profesionales y una habilidad camaleónica para situarse siempre donde el foco mediático es más brillante, sacrificando la rigurosidad técnica por la visibilidad fugaz y el beneficio económico inmediato.

Este patrón de reinvención profesional, a menudo impulsado por fracasos previos en disciplinas menos volátiles o por la incapacidad de sostener un discurso coherente en el tiempo, se viste de pionerismo y conocimiento profundo. Personajes que carecían de credibilidad o resultados contrastables en el área digital genérica, se autoproclaman ahora como referentes indiscutibles en campos tan específicos y de rápida transformación como el machine learning, el procesamiento de lenguaje natural o la ética algorítmica. Su discurso se centra en la adopción de modismos técnicos y la repetición de noticias de última hora, presentándolas como revelaciones propias.

Aunque la reinvención profesional suele ser un signo de madurez y versatilidad, no siempre es positiva.

Algunos individuos la utilizan como fachada para ocultar fracasos pasados o aparentar experiencia en campos emergentes como la inteligencia artificial. Estos “expertos” no demuestran conocimientos profundos ni resultados verificables, sino que actualizan superficialmente su lenguaje para simular autoridad y vender soluciones vacías. La clave está en la honestidad: la reinvención auténtica implica aprendizaje riguroso y resultados medibles, mientras que la impostura transforma el cambio de carrera en un marketing de la desesperación que puede afectar tanto a quienes consumen sus servicios como a la reputación de toda la disciplina.

La falta de un historial robusto de investigación, implementación técnica real o contribución académica pasa desapercibida ante la habilidad de estos individuos para manipular los mecanismos de la atención social, generando urgencia y exclusividad en torno a un saber que, en la mayoría de los casos, es superficial o fácilmente accesible. El verdadero peligro no reside solo en la transacción económica por contenido de bajo valor, sino en la desinformación que inoculan en profesionales y empresas que buscan genuinamente integrar estas herramientas en su quehacer diario, llevándolos a tomar decisiones estratégicas basadas en premisas erróneas o en la creencia de que la IA es una solución mágica que no requiere inversión en talento y formación real. La crítica a esta conducta no es solo una cuestión de ética, sino de responsabilidad social ante el potencial disruptivo de estas tecnologías.

La IA, por su naturaleza transformadora y su rápido ascenso a la relevancia mediática –especialmente desde finales de 2022 y durante 2023 y el actual 2025–, se ha convertido en el caldo de cultivo perfecto para esta clase de especuladores de la información.

Su complejidad intrínseca y la necesidad de una curva de aprendizaje especializada para su verdadera comprensión crean una brecha de conocimiento ideal para ser explotada. El 'gurú' de la IA no vende conocimiento, sino la ilusión de control sobre una tecnología que se percibe como el futuro ineludible. Este fenómeno tiene un impacto corrosivo en la percepción general del progreso tecnológico, ya que confunde la verdadera experticia –aquella anclada en la rigurosidad, la experimentación y el pensamiento crítico, a menudo ligada a años de estudio en campos como la estadística, la informática avanzada o la lingüística computacional– con la capacidad de generar engagement efímero. Es un recordatorio de cómo los ciclos de la tecnología se acompañan invariablemente de ciclos de oportunismo, donde la voz más ruidosa, y no la más fundamentada, captura temporalmente el foco de atención.

La lección histórica es clara: la habilidad para capitalizar el miedo al rezago digital es una constante, y el medio, sea una red social o una plataforma de e-learning, es meramente un vehículo para la misma vieja estrategia de venta de humo digital. El consumidor de información, ya sea un particular o un ejecutivo de empresa, tiene la obligación crítica de aplicar un filtro escéptico a estas figuras, exigiendo credenciales verificables, publicaciones revisadas por pares o casos de éxito que demuestren un dominio técnico genuino, y no una mera capacidad de parafrasear notas de prensa.

La metamorfosis del 'influencer' de redes en 'experto en IA' es un síntoma de una cultura digital que a menudo prioriza la velocidad y el espectáculo sobre la sustancia.

Estos individuos, con un bagaje centrado más en la persuasión digital que en la ingeniería de datos, ofrecen soluciones simplistas a problemas que son intrínsecamente complejos, minimizando los desafíos reales de la implementación, el sesgo algorítmico y las consideraciones éticas que deben regir el uso de estas herramientas. Al trivializar la materia, socavan el trabajo de los investigadores, ingenieros y científicos de datos que dedican sus carreras a avanzar la tecnología de forma responsable.

Este marketing de la vanidad tecnológica, además, impacta directamente en la toma de decisiones empresariales.

Si una junta directiva invierte millones basándose en la recomendación de un webinar superficial, el resultado no es solo la pérdida financiera, sino un retroceso en la adopción real de la IA, pues el fracaso se atribuye erróneamente a la tecnología en sí y no a la incompetencia del consejero. La crítica debe ser incisiva y constante, desenmascarando la táctica que consiste en reciclar el fracaso personal para vender una fórmula mágica en el nuevo nicho de moda, sea el blockchain ayer o la IA generativa hoy.

Los falsos gurús del marketing no mueren, simplemente se reciclan con una capa de terminología más avanzada, convirtiendo la fugacidad de su antiguo campo en la promesa de prosperidad en el actual.

Esta incesante reinvención subraya que su verdadera habilidad no reside en el conocimiento técnico, sino en la capacidad de identificar y explotar el siguiente gran vacío de conocimiento colectivo. Su supervivencia no depende de la verdad, sino de la perpetua sed de atajos por parte de una audiencia que, irónicamente, busca soluciones complejas en la simplicidad de un clic. La verdadera experticia se demuestra con código, papers y resultados auditables, no con eslóganes y cuentas con muchos seguidores.

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