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¿Cuál es el error estratégico que impide a más del 80% de las marcas y profesionales del marketing fracasar en la adopción de la IA ?

La transición hacia los nuevos modelos de marketing fluido exigen una reconfiguración de los equipos humanos y sus competencias.

Por Redacción - 20 Noviembre 2025

Ya no basta con tener especialistas en canales específicos o gestores de herramientas; se necesitan perfiles híbridos capaces de entender la lógica de los datos y la psicología del consumidor simultáneamente

Resulta alarmante observar cómo, a pesar de la omnipresencia de las herramientas digitales avanzadas, una inmensa mayoría de los profesionales del marketing sigue encontrando barreras insalvables para integrar la inteligencia artificial de manera efectiva en sus operaciones.

Los datos más recientes señalan que el 82% de los responsables de marketing fracasan en la adopción de la IA, una cifra que desvela una desconexión profunda entre la promesa tecnológica y la realidad ejecutiva. Este fracaso no suele derivarse de una incapacidad técnica para manejar el software, sino de un error conceptual en su aplicación, pues la industria se ha obsesionado con la eficiencia operativa en lugar de centrarse en la eficacia estratégica. La mayoría de los departamentos se han limitado a utilizar estas potentes capacidades computacionales para producir los mismos activos de siempre, solo que a una velocidad vertiginosa, lo que inevitablemente conduce a una saturación de contenidos irrelevantes que no logran conectar con la audiencia.

Para romper este ciclo de mediocridad automatizada es necesario abrazar lo que los expertos han comenzado a denominar "marketing sin posicionamiento fijo" o positionless marketing.

Esta filosofía desafía las normas tradicionales que dictaban que una marca debía ocupar un lugar estático y rígido en la mente del consumidor, definido por un eslogan inamovible o una propuesta de valor única y permanente. En la actualidad, esa rigidez es el enemigo. El marketing sin posicionamiento aboga por una fluidez estratégica donde la marca se adapta en tiempo real a las necesidades cambiantes del usuario. No se trata de carecer de identidad, sino de poseer la inteligencia y la flexibilidad necesarias para ser relevante en múltiples contextos, permitiendo que sea el consumidor quien defina la utilidad de la marca en cada momento específico de su viaje de compra.

La verdadera potencia de la inteligencia artificial reside en su capacidad para facilitar esta adaptabilidad extrema, actuando como el sistema nervioso que permite a las marcas escuchar y responder, en lugar de simplemente transmitir.

Mientras que el enfoque tradicional utilizaba la tecnología para amplificar un mensaje único a las masas, el nuevo paradigma emplea algoritmos para diseccionar y comprender los micro-momentos de cada individuo. Esto implica dejar de ver a la IA como una fábrica de generación de texto o imágenes y empezar a utilizarla como una herramienta de análisis predictivo y empático. Al procesar grandes volúmenes de datos sobre el comportamiento del usuario, las empresas pueden anticipar intenciones y ofrecer soluciones hiperpersonalizadas que resuelven problemas específicos, transformando cada interacción en una experiencia de valor genuino en lugar de una interrupción publicitaria más.

Uno de los riesgos más evidentes del uso superficial de la tecnología es la homogeneización del discurso de marca, donde todas las empresas terminan sonando igual debido al uso de los mismos modelos de lenguaje y las mismas instrucciones genéricas.

Para evitar caer en este mar de similitudes, los estrategas deben reclamar su rol como arquitectos de la narrativa, utilizando la IA para potenciar la creatividad humana en lugar de sustituirla. La adopción exitosa requiere una supervisión humana crítica que inyecte matices, cultura y emoción en los resultados generados por la máquina. Solo mediante esta simbiosis se puede lograr una comunicación que, aunque asistida tecnológicamente, se sienta profundamente humana y auténtica. El objetivo es pasar de la producción masiva a la precisión artesanal a escala, donde cada pieza de contenido tenga una razón de ser y un destinatario claro.

Hacia una reestructuración de los equipos de marketing

La transición hacia este modelo de marketing fluido exige también una reconfiguración de los equipos humanos y sus competencias. Ya no basta con tener especialistas en canales específicos o gestores de herramientas; se necesitan perfiles híbridos capaces de entender la lógica de los datos y la psicología del consumidor simultáneamente.

La formación continua se vuelve imperativa, no solo en el manejo de nuevas interfaces, sino en el desarrollo de un pensamiento crítico que permita cuestionar los resultados de la IA y redirigir la estrategia cuando sea necesario. Las organizaciones que logren superar la estadística del 82% de fracaso serán aquellas que inviertan tanto en su capital humano como en su infraestructura técnica, entendiendo que la tecnología es un amplificador de la capacidad estratégica, no un reemplazo de la visión empresarial.

Mirando hacia el futuro más cercano, la diferencia entre las marcas que sobrevivirán y las que quedarán obsoletas radicará en su capacidad para dejar de lado el ego corporativo y centrarse radicalmente en la experiencia del cliente. El marketing sin posicionamiento fijo representa la evolución natural de la disciplina en una era digital madura, donde la lealtad no se gana con la repetición de mensajes, sino con la demostración constante de utilidad y comprensión. Al liberar a la marca de las cadenas de un posicionamiento estático, se abre un abanico de posibilidades infinitas para conectar con audiencias diversas de maneras innovadoras. La inteligencia artificial, bien implementada, es la llave que permite a las empresas navegar esta complejidad, ofreciendo la promesa de un marketing que no solo vende, sino que sirve, acompaña y enriquece la vida del consumidor.

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