
LaLiga es un producto obsoleto que no se adapta al consumidor actual y que resta oportunidades y visibilidad a patrocinadores, marcas y anunciantes
Por Redacción - 20 Mayo 2025
LaLiga, durante décadas, ha sido sinónimo de fútbol de élite, pasión deportiva y grandes estrellas. Sin embargo, en la era digital, esta imagen gloriosa convive con una realidad incómoda: su modelo de negocio muestra signos crecientes de obsolescencia frente a los nuevos hábitos de consumo. La desconexión entre la oferta que propone LaLiga y las expectativas del aficionado contemporáneo ha derivado no solo en un preocupante aumento de la piratería, sino también en una pérdida de competitividad frente a otras formas de entretenimiento más accesibles, interactivas y flexibles.
La lucha de LaLiga contra la piratería, aunque legítima desde el punto de vista legal y económico, ha tomado un rumbo que deja en evidencia una falta de sintonía con el entorno digital en el que opera. Las acciones judiciales que han llevado al bloqueo masivo de IPs, incluso afectando servicios legítimos, o las cartas enviadas a usuarios reclamando compensaciones económicas por consumo de contenidos pirata, no solo generan rechazo social, sino que apuntan a una estrategia defensiva, más centrada en blindar un modelo caduco que en renovarlo desde sus cimientos.

La piratería, más que una causa, es un síntoma de un problema estructural
El acceso legal al fútbol español es costoso, fragmentado y poco intuitivo. El aficionado medio debe contratar varios servicios para ver todos los partidos de la temporada, enfrentándose a una maraña de suscripciones, tarifas y restricciones que chocan con la simplicidad de plataformas como Netflix o Spotify. En este contexto, estudios recientes revelan que alrededor del 42% de los jóvenes españoles consumen retransmisiones deportivas a través de plataformas piratas. Esta cifra no solo es alarmante por sí sola, sino que pone en evidencia el fracaso del modelo actual para conectar con las generaciones más jóvenes, tanto por cuestiones económicas como de experiencia de usuario.
En términos generales, se estima que uno de cada tres españoles ve partidos de forma ilegal, situando a España como el país con mayor tasa de piratería deportiva en Europa, superando la media continental en un 25%. Estas cifras refuerzan la idea de que el modelo de distribución legal no responde a la realidad social ni tecnológica del público al que pretende llegar. Y más allá del daño reputacional o legal, las consecuencias económicas son de gran calado: LaLiga estima que sus clubes pierden entre 600 y 700 millones de euros al año debido a la piratería. Este dato refleja con claridad el agujero que supone mantener un modelo restrictivo y desalineado con los hábitos digitales del presente. Sin embargo, la persecución legal contra usuarios y plataformas pirata, lejos de resolver el problema, proyecta una imagen de desespero institucional. LaLiga parece estar matando moscas a cañonazos, con consecuencias graves: una erosión creciente de su reputación y de la percepción social de su legitimidad.
Más allá del acceso, el producto en sí también necesita una profunda transformación. El fútbol televisado tradicional, con partidos de 90 minutos y escasa interacción digital, pierde atractivo entre las nuevas generaciones, criadas en un ecosistema de inmediatez, contenidos breves, multiformato y experiencias inmersivas. Muchos jóvenes consideran los partidos como lentos o poco emocionantes, y se sienten más atraídos por highlights, análisis interactivos, o incluso videojuegos deportivos que les ofrecen mayor participación y control. La experiencia de aficionado ya no se limita al sofá; exige personalización, contenido complementario, engagement social y plataformas multidispositivo.

Ante esta nueva realidad, durante los últimos años, LaLiga ha intentado adaptarse parcialmente aumentando su presencia en redes sociales y ha buscado nuevas vías de distribución digital. Pero estos esfuerzos, aunque valiosos, no han logrado revertir la percepción generalizada de que el producto sigue anclado en el pasado. La propia estructura económica, basada en la venta de derechos a operadores televisivos tradicionales, sigue marcando una distancia abismal con el modelo directo-al-consumidor que domina el entretenimiento digital contemporáneo.
El modelo de LaLiga ofrece limitaciones considerables a patrocinadores, marcas y anunciantes
Este desfase no solo impacta en la relación con los aficionados, sino que afecta directamente al ecosistema publicitario que sostiene buena parte del negocio. Más aún, en un escenario donde las marcas valoran cada vez más el alcance, la segmentación y el retorno medible de sus inversiones, el modelo de LaLiga ofrece limitaciones considerables. Un sistema cerrado, caro y poco accesible restringe la audiencia potencial, especialmente entre jóvenes y clases medias, lo que reduce el valor del espacio publicitario y limita las oportunidades de innovación en formatos promocionales.
Si LaLiga apostara por un modelo más accesible y amigable para el usuario —con precios razonables, suscripciones flexibles y una experiencia digital verdaderamente atractiva— no solo ampliaría su base de seguidores, sino que ofrecería un escenario mucho más fértil para anunciantes y patrocinadores. Un mayor alcance significaría mayor visibilidad de marca; un mayor engagement se traduciría en mejor receptividad a los mensajes publicitarios; y una plataforma digital propia permitiría recoger datos valiosos que las marcas podrían utilizar para campañas más efectivas y segmentadas. Además, este giro estratégico contribuiría a mejorar la imagen reputacional de LaLiga y de sus socios.

Si la competición se percibiera como una entidad moderna, empática con su público y comprometida con la democratización del acceso al deporte, las marcas que se asocien a ella disfrutarían de un capital simbólico más sólido, alineado con los valores que hoy exige el consumidor: transparencia, accesibilidad e innovación. La reducción de la piratería sería, en este escenario, una consecuencia natural de una oferta legal más atractiva, no un objetivo perseguido a base de demandas y bloqueos. Pero cuando al mando existen personas con una mentalidad arcaica, incapaces de comprender o adaptarse a las nuevas tendencias de consumo, se evidencia una gestión que prioriza el presente inmediato, ignorando las consecuencias negativas que sus decisiones pueden acarrear a medio y largo plazo. Esta visión miope no solo frena la innovación, sino que deteriora progresivamente la conexión emocional con las nuevas generaciones de aficionados, que exigen accesibilidad, flexibilidad y una experiencia digital más cercana a sus hábitos cotidianos.
LaLiga está en una encrucijada
Puede seguir aferrándose a un modelo que maximiza ingresos a corto plazo pero que aliena a parte de su público potencial, o puede asumir el reto de una transformación profunda que sitúe al consumidor en el centro y aproveche las oportunidades del ecosistema digital. En un mercado global cada vez más competitivo y la supervivencia no dependerá tanto de blindar sus derechos como de reinventar la manera en que los entrega. Lo contrario, seguir exigiendo fidelidad sin ofrecer accesibilidad, es perpetuar la obsolescencia de un producto que aún tiene todo el potencial para reconectar con su tiempo.

