Por Redacción - 12 Noviembre 2025
La inteligencia artificial ha dejado de ser una promesa futurista para convertirse en el motor de la transformación del marketing y la publicidad. Este cambio radical, que impulsa la eficiencia en la planificación de medios, la optimización creativa y la activación de audiencias, plantea un dilema fundamental para los profesionales del sector.
La adopción se acelera a un ritmo vertiginoso, como demuestra el reciente informe global "The AI Confidence Curve" de MiQ, pero la confianza real en su aplicación efectiva se mantiene rezagada. Estamos presenciando una carrera de velocidad donde la tecnología ya ha tomado la delantera, dejando a los equipos humanos en un proceso urgente de adaptación y aprendizaje que definirá la próxima década del marketing y la comunicación de marcas.
El estudio, basado en la opinión de más de 3.000 profesionales del marketing del dieciséis países, subraya con claridad esta disparidad que marca la estrategia desde este mes de noviembre de 2025. Un abrumador 72% de los profesionales del marketing tiene planes definidos para incrementar el uso de la IA en sus operaciones durante los próximos doce meses, un dato que asciende hasta el 79% en algunos países y mercados como el de India, una de las referencias más claras de la adopción tecnológica global. Sin embargo, apenas el 45% de ellos se siente genuinamente seguro de su capacidad para utilizar esta tecnología con éxito. Esta diferencia de 27 puntos porcentuales, bautizada como la «Curva de Confianza de la IA», no es sino el reflejo de una industria ansiosa por innovar, pero que todavía se encuentra en las fases iniciales de una integración práctica y a escala.
El dilema trasciende las estadísticas frías, pues toca la fibra sensible del profesional. Para muchos, la IA representa una oportunidad monumental para liberarse de tareas repetitivas y centrarse en la estrategia pura, el valor humano inherente a la creatividad y la visión. Pero esta liberación viene acompañada del miedo palpable a la obsolescencia y a la incapacidad de gobernar una tecnología que evoluciona más rápido que los programas de formación internos. Esta curva de desconfianza habla de la fricción entre la ambición estratégica de la dirección y la preparación operativa de los equipos que, día a día, deben transformar la promesa de la IA en resultados medibles para la cuenta de resultados de la empresa, lo cual es vital para el cierre de este año fiscal.
Al examinar las áreas donde la confianza es más robusta, el informe apunta directamente a las aplicaciones de IA generativa. Globalmente, las funciones donde los marketers se sienten más cómodos aplicando la IA son la creación de contenido (40%), la optimización general de las campañas de marketing (38%) y la gestión de redes sociales (38%). Estas cifras indican una aceptación inicial en herramientas que facilitan la producción y la eficiencia táctica, como las capacidades de maximización del rendimiento de Google o plataformas de diseño asistido. La inteligencia artificial está demostrando su valía como fuerza multiplicadora, mejorando drásticamente el flujo de trabajo en las áreas de producción masiva y respuesta inmediata, lo que permite a los equipos concentrar su energía en decisiones de alto impacto.
La principal barrera para escalar la confianza no es técnica, sino de conocimiento.
El 40% de los marketers que carecen de seguridad afirma que sus organizaciones no comprenden completamente el alcance de la IA o de los modelos de lenguaje grandes (LLM, por sus siglas en inglés). Esta laguna formativa se complementa con el 38% que señala la simple falta de programas de capacitación estructurados. Es una carencia que se agudiza en mercados de rápida adopción; en el caso de India, por ejemplo, un significativo 69% de los encuestados destaca la escasez de experiencia y formación adecuada como su mayor obstáculo para capitalizar la inversión en software. Esta ausencia de alfabetización algorítmica frena la experimentación y la integración profunda.
Además de la falta de alfabetización, existen desafíos operativos que anclan el avance. El 42% de los encuestados menciona las limitaciones en el intercambio de datos entre departamentos o plataformas, una realidad que frustra la capacidad de la IA para obtener una visión completa del cliente y ofrecer resultados holísticos. A esto se suma la problemática de la medición: el 44% de los profesionales citan los retos de cuantificación como un freno a la confianza. Sorprendentemente, una gran parte de la industria, sigue dependiendo de indicadores de rendimiento antiguos, como las tasas de clics (CTR) o las métricas de participación, que no reflejan la compleja realidad del customer journey actual, un factor que distorsiona la valoración del verdadero impacto de las tecnologías avanzadas.
Algunos expertos afirman que la curva de confianza es una oportunidad pura, no un obstáculo insalvable.
Para cerrar esta brecha, el informe traza una hoja de ruta con cuatro pilares estratégicos. El primero pasa por la adopción de soluciones tecnológicamente agnósticas a los partners, diseñadas para garantizar una integración de datos sin fricciones y derribar los silos departamentales que limitan la visión. El segundo pilar insiste en la integración profunda de la IA en la medición del rendimiento, alinear sus resultados de forma directa con los indicadores clave de negocio (KPI), para que su valor no sea percibido como un añadido, sino como una necesidad estratégica central y un motor de crecimiento sostenido a largo plazo.
La ruta hacia la madurez de la IA demanda un fuerte foco en el talento humano. Es imperativo invertir en la alfabetización de IA para construir la confianza a través de la competencia práctica, desmitificando los modelos algorítmicos. Y, crucialmente, se debe preservar la experiencia humana, asegurando que el juicio, la ética y la capacidad de interpretación del profesional sigan siendo el complemento indispensable de la automatización impulsada por la IA. En este nuevo tablero de juego, el éxito no residirá únicamente en el software y los modelos predictivos, sino en la simbiosis armónica entre la máquina y el criterio experto de las personas que la dirigen.











