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Coca-Cola y la desconexión emocional: las lecciones aprendidas de sumarse a la moda de la IA como reclamo publicitario

Analizando la rápida fatiga del factor novedad la IA generativa como recurso creativo frente al arraigo de la nostalgia de marca

Por Redacción - 17 Noviembre 2025

La irrupción de la inteligencia artificial generativa ha prometido revolucionar la producción creativa, ofreciendo velocidad y eficiencia inéditas en la historia del marketing. Sin embargo, la reciente reacción del público a las últimas campañas navideñas de Coca-Cola, ha servido como una contundente lección práctica sobre los límites de la tecnología cuando esta colisiona con el capital emocional de una marca histórica.

Por segundo año consecutivo, la compañía ha tenido que lidiar con una oleada de críticas negativas que apuntan a un vacío fundamental en sus creaciones asistidas por IA: la frialdad inherente a lo artificial frente a la calidez esperada de una narrativa festiva. Este patrón de rechazo subraya que, para los gigantes de la industria, la ejecución técnica jamás debe primar sobre la conexión humana, un activo intangible que lleva décadas forjándose en la mente del consumidor.

La desconexión emocional y el precio de la perfección artificial

Aunque Coca-Cola intentó rectificar los errores de 2024 —donde la representación de figuras humanas generadas por IA provocó una fuerte inquietud en la audiencia—, su campaña de 2025, centrada en animales y un guiño al icónico anuncio de 1995 "Holidays Are Coming", tampoco logró evadir el escrutinio. Los comentaristas en redes sociales señalaron rápidamente inconsistencias visuales, como variaciones en los camiones de reparto, lo que puso en entredicho las afirmaciones de la compañía sobre un estricto control de calidad humano. Algunos expertos y profesionales, no dudan en poner de manifiesto que "incluso las animaciones de IA sofisticadas pueden parecer frías o impersonales si eclipsan la historia, los personajes o los valores de marca que el público espera". La campaña carecía de la "calidez, las sutilezas y las imperfecciones lúdicas" que hicieron inolvidables y entrañables los spots tradicionales de la marca, demostrando que la perfección algorítmica a menudo se percibe como carencia afectiva.

El estigma del ahorro de costes frente a la fidelidad creativa

Una de las narrativas más perjudiciales que se instaló en el debate público fue la suposición de que Coca-Cola recurrió a la inteligencia artificial con el único propósito de reducir costes, minando así la percepción de autenticidad de su publicidad. El director de Marketing de la multinacional, Manolo Arroyo, admitió que la producción de la campaña, realizada en colaboración con WPP y los estudios creativos Silverside y Secret Level, resultó significativamente más rápida y económica, acortando el tiempo de desarrollo de un año a "alrededor de un mes".

Los datos sugieren que las herramientas generativas pueden rebajar los costes hasta un 60% o 70% en comparación con las grandes producciones navideñas tradicionales, que fácilmente superan el millón de euros. Sin embargo, este atractivo ahorro económico se convirtió en un boomerang reputacional. Los consumidores, especialmente aquellos de marcas con un alto valor sentimental, esperan que el marketing de temporada sea una inversión en la emoción y la nostalgia, y no un ejercicio de optimización presupuestaria. Cuando la eficiencia tecnológica se asocia a la devaluación del arte o del sentimiento, la respuesta de la audiencia es de escepticismo inmediato.

La rápida erosión de la novedad tecnológica

El uso de la IA introduce un factor de novedad que inicialmente puede atraer la atención, señalando a la marca como innovadora. No obstante, este atractivo tecnológico parece tener una fecha de caducidad sorprendentemente corta. Vanessa Chin, vicepresidenta sénior de marketing en System1, argumenta que los activos creativos sólidos "se afianzan" con el tiempo, aumentando la disponibilidad mental y el rendimiento a largo plazo, mientras que la novedad se agota velozmente. Como ejemplo, System1 ha observado que el anuncio "Dear Sydney" de Google Gemini vio su calificación caer de 4,4 a 3,7 estrellas sobre 6 en solo un año. En el caso de Coca-Cola, existía una alternativa de probada eficacia: reeditar el anuncio clásico de 1995, una opción defendida por algunos críticos que habría maximizado la nostalgia a una fracción del coste y sin el riesgo reputacional asociado al contenido generado por máquinas. Aunque algunos expertos advierten contra el estancamiento de una marca que simplemente "recicla su herencia", la evidencia apunta a que la repetición de activos emocionales fuertes puede ser más rentable y seguro que la búsqueda constante de innovación artificial.

La amplificación del recelo en el discurso digital

El fenómeno de las redes sociales actúa como un catalizador decisivo en la configuración de la percepción pública, transformando una crítica inicial en una narrativa dominante. La cobertura mediática y el debate online funcionan como marcos que determinan cómo la gente interpreta la obra creativa a posteriori. Si el discurso se centra en la idea de que "la publicidad de IA carece de autenticidad", la audiencia tenderá a abordar el anuncio con un sesgo de escepticismo preexistente. Además, la amplificación algorítmica intensifica el sentimiento negativo, incluso si la minoría vocal que lo expresa es pequeña.

Para una marca con el profundo pozo de buena voluntad y la nostalgia de Coca-Cola, el riesgo se mitiga en cierta medida, pero el precedente es alarmante. Para marcas más pequeñas o recién llegadas, una adopción prematura o mal ejecutada de la IA generativa puede suponer un daño duradero e incluso irreparable a su reputación. La lección para los especialistas es clara: la tecnología es una herramienta de soporte, no un sustituto de la narración significativa y las insights profundamente humanos.

Implicaciones cruciales para la narrativa de marca en el futuro

Los acontecimientos recientes en la estrategia publicitaria de Coca-Cola demuestran que, si bien la inteligencia artificial ofrece una capacidad de producción formidable, también impone una nueva capa de responsabilidad ética y emocional sobre los creadores.

El verdadero desafío no reside en la capacidad de la IA para generar imágenes, sino en la habilidad de los marketers para inyectar en esas creaciones el alma y el propósito que la máquina no puede replicar. La audiencia de hoy valora la transparencia y la autenticidad por encima de la mera novedad técnica. A medida que avanzamos en el calendario de este mes de noviembre de 2025, la industria de la publicidad se encuentra en un punto de inflexión donde la eficiencia debe ser domesticada por la sensibilidad y la estrategia de marca debe ser una curaduría experta de emociones, asegurando que la tecnología sirva para realzar, y nunca para reemplazar, el factor humano que cimenta la fidelidad del consumidor.

Los errores de Coca-Cola no detendrán la adopción tecnológica, porque los incentivos económicos, operativos y estratégicos son demasiado contundentes.

La capacidad de producir en semanas piezas creativas y publicitarias que antes requerían meses, junto con la promesa de reducir costes y multiplicar variaciones creativas, coloca a la IA en un terreno ventajosamente pragmático para las marcas. Incluso cuando la perfección algorítmica genera cierta desconfianza, esa misma perfección resulta seductora para compañías sometidas a ciclos de producción acelerados y a una presión constante por optimizar recursos. El mercado empuja hacia lo artificial, aunque el consumidor aún prefiera lo emocional. En este sentido, la desconexión emocional observada en las campañas no es tanto una señal del fracaso de la IA, como una evidencia de que la tecnología avanza más rápido que nuestra capacidad cultural para digerir sus efectos. La controversia pasará, la técnica seguirá mejorando y las marcas —grandes y pequeñas— continuarán experimentando, ajustando y aprendiendo. El debate sobre la autenticidad, aunque necesario, no detendrá una maquinaria impulsada por eficiencia, datos y escalabilidad.

La industria se encuentra así ante un escenario paradójico: sabe que lo humano es insustituible, pero también que la IA es ineludible.

El desafío no será elegir entre una cosa y otra, sino aprender a convivir con ambas, aceptando que la creatividad del futuro estará inevitablemente mediada por algoritmos. Y aunque hoy la audiencia castigue los tropiezos, mañana la presencia de la inteligencia artificial será tan naturalizada que la discusión sobre su legitimidad perderá relevancia.

Las lecciones de Coca-Cola no frenarán el futuro: solo recuerdan que, mientras la tecnología avanza sin pausa, la emoción humana sigue siendo el terreno en el que las marcas deben demostrar que aún son algo más que sistemas eficientes de producción de contenido.

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