Artículo Inteligencia Artificial

¿Realmente puede OpenAI convertir a SORA 2 en una red social de éxito como TikTok?

El dilema de Sora 2 Sam Altman busca un TikTok ético pero teme la adicción algorítmica

Por Redacción - 1 Octubre 2025

La ambiciosa propuesta de OpenAI de lanzar Sora 2 no solo como un modelo avanzado de generación de vídeo por inteligencia artificial, sino también como la base de una aplicación social que compita directamente con el gigante TikTok, plantea uno de los debates más fascinantes y complejos del panorama tecnológico actual. El interrogante de si esta nueva plataforma puede replicar o incluso superar el éxito masivo de TikTok, una aplicación profundamente arraigada en la cultura digital global, va mucho más allá de la mera superioridad técnica de sus vídeos. Entra de lleno en el terreno de la interacción humana, la sociología de las redes y, de manera crucial, la ética de la adicción digital.

La promesa de la creación por inteligencia artificial frente al creador humano

La esencia diferenciadora de la aplicación social de Sora 2 reside en su restricción: el contenido será, en su práctica totalidad, generado por la propia inteligencia artificial. Los usuarios podrán crear, remezclar y hasta insertarse a sí mismos o a sus amigos mediante "cameos" en escenas generadas por el modelo, pero la fuente del material audiovisual es algorítmica. Esta característica, que en teoría democratiza la creación de vídeos de alta calidad cinematográfica sin necesidad de cámaras ni equipos profesionales, establece una barrera conceptual con el modelo de TikTok, donde el contenido se basa en el ingenio, la espontaneidad y la autenticidad, por muy curada que esté, del creador humano.

El éxito de TikTok se sustenta en una economía de creadores donde la personalidad, la identificación y la reacción en tiempo real a tendencias culturales son fundamentales. El reto de Sora 2 es inmenso, pues debe lograr que el vídeo generado por código consiga la misma resonancia emocional y el mismo impulso de comunidad que el vídeo puramente humano.

Detrás del desarrollo de esta plataforma se vislumbra la preocupación palpable de Sam Altman, CEO de OpenAI, en lo referente a los efectos potencialmente adictivos y tóxicos de las redes sociales. Altman ha manifestado que, si la aplicación social de Sora 2 resultase ser perjudicial o tan adictiva como para minar la capacidad de decisión de sus usuarios, no dudaría en cerrarla. Esta postura representa una anomalía significativa en la cultura de Silicon Valley, donde la métrica de "tiempo de permanencia" o time spent ha sido históricamente el santo grial del éxito. El fundador busca, al parecer, un "buen TikTok", una plataforma viral que fomente la creatividad y el entretenimiento sin los efectos negativos conocidos de la desinformación masiva, el discurso de odio o la espiral de adicción sin fin. Sin embargo, el diseño mismo de una herramienta de generación de vídeo tan poderosa, pensada para un consumo rápido y personalizado, choca inherentemente con la dificultad de controlar el impulso de la viralidad y la gratificación instantánea. Es una contradicción de diseño que la compañía deberá navegar con extrema cautela.

El potencial de éxito de una red social no se mide únicamente por la calidad del contenido o la intención ética de sus fundadores, sino por la fortaleza de su infraestructura social y su capacidad para desbancar a un competidor con miles de millones de usuarios activos.

TikTok no es solo una aplicación de vídeos, sino un sofisticado motor algorítmico que ha redefinido el feed de descubrimiento. Ha creado un lenguaje visual propio, ha generado una cadena de suministro de tendencias y ha consolidado una red de influencers globales. Sora 2, por el contrario, parte de cero en términos de red social, aunque su modelo de vídeo sea revolucionario. Debe convencer a una audiencia ya fidelizada de que la novedad de la generación por IA supera la conveniencia y la profundidad de la conexión humana que ofrece la plataforma china. Además, no se trata de una carrera en solitario, ya que otros gigantes como Google con su modelo Veo 2, que en ciertas métricas ofrece resoluciones superiores, también están intensificando la competencia en el campo de la generación de vídeo por inteligencia artificial. El campo de batalla real no es solo la tecnología de generación, sino la adopción masiva y el establecimiento de hábitos sociales.

Hacia un nuevo paradigma de consumo

La irrupción de Sora 2 podría forzar una bifurcación en el consumo de vídeo corto. Por un lado, seguiría existiendo la inmediatez y la conexión social basada en el contenido puramente humano y espontáneo, representada por TikTok. Por otro, se abriría un espacio para la creación y el consumo de narrativas visuales de una calidad insólita, diseñadas a la carta y sin barreras de producción, impulsadas por la inteligencia artificial.

La clave para la supervivencia y el éxito de esta nueva aplicación residirá en si consigue transformar la fascinación por la tecnología de generación en una verdadera utilidad social. Si la capacidad de crear vídeos asombrosos sin esfuerzo se convierte en una herramienta expresiva cotidiana, más allá de la simple curiosidad tecnológica, la plataforma de OpenAI podría conseguir una porción sustancial del público. De lo contrario, se arriesga a quedarse en una herramienta de creación sofisticada, incapaz de forjar el lazo emocional y comunitario que sostiene a una red social de éxito masivo. A partir del lanzamiento, que se prevé para el último trimestre de 2025, se podrá calibrar si el temor ético de Altman se traduce en medidas de contención efectivas o si la promesa de un TikTok bueno es, en realidad, un oxímoron irrealizable.

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