Google ya prueba publicidad y anuncios en sus productos de IA como Gemini para asegurar el futuro de su modelo de ingresos
Por Redacción - 3 Noviembre 2025
Con la irrupción y la adopción masiva de modelos de lenguaje avanzados, la manera en que los usuarios acceden y procesan la información ha cambiado drásticamente. Esta transformación tecnológica, lejos de ser un mero desafío operativo, representa una profunda amenaza estructural para el flujo de caja tradicional de las grandes tecnológicas. La respuesta corporativa no se ha hecho esperar, y la estrategia apunta ahora a integrar la publicidad directamente en el tejido de la propia inteligencia artificial, buscando nuevas fuentes de capital que justifiquen el elevadísimo coste computacional de estos sistemas.
Google ha sido clara en su intención de modernizar su experiencia de búsqueda, introduciendo funcionalidades sofisticadas como los AI Overviews y el denominado AI Mode, herramientas que buscan mantener la relevancia de la plataforma en la nueva coyuntura. Paralelamente, Gemini, el chatbot de inteligencia artificial de la compañía, ha ido extendiendo su presencia desde smartwatches hasta televisores, convirtiéndose en una interfaz crucial de interacción que dialoga con el usuario. Históricamente, la rentabilización de esta tecnología de vanguardia se había planteado primariamente a través de modelos de suscripción premium. Sin embargo, el ejecutivo Robbie Stein, vicepresidente de Producto de Google, ha confirmado públicamente que la publicidad no solo perdurará, sino que se transformará para convivir con esta nueva tecnología.
La visión de Stein, expresada recientemente en el podcast "Silicon Valley Girl", desvela un horizonte donde la publicidad se concibe como una oportunidad para ser "aún más útil" para el usuario dentro del contexto de la IA. Ello se traduce en la confirmación de experimentos activos de anuncios tanto dentro del AI Mode como en las experiencias generales de Google AI. Esta declaración, emitida a principios de noviembre de 2025, es significativa al admitir que los usuarios ya están "empezando a ver algunos experimentos de anuncios allí también". El enfoque inicial se ha centrado en perfeccionar el producto de consumo, priorizando la funcionalidad y la utilidad, pero la maquinaria de monetización se está alineando. El concepto no se limita a replicar los formatos tradicionales de banners o enlaces patrocinados; Stein sugiere la llegada de "nuevos y novedosos formatos de anuncios", indicando que la fase actual es de experimentación intensiva y de "finalización" sobre cómo se manifestará esta nueva publicidad.
La incorporación de anuncios a los asistentes de inteligencia artificial no es solo una cuestión de algoritmo, sino que implica un delicado equilibrio psicológico y social con el consumidor.
La clave para humanizar esta transición radica en garantizar que la publicidad se perciba como una extensión de la ayuda y no como una interrupción invasiva. Si la IA es capaz de generar respuestas altamente personalizadas y contextuales, la publicidad incrustada debe reflejar ese mismo nivel de especificidad y valor añadido. El desafío para Google estriba en diseñar una publicidad que se sienta nativa a la conversación, que anticipe una necesidad expresada o implícita, transformando el mensaje de marketing de un mero target a una recomendación asistida y pertinente, casi como un consejo bienvenido.
Este movimiento plantea inevitablemente interrogantes cruciales sobre la privacidad y el consentimiento. Un sistema de IA que se apoya en la conversación continua y en el conocimiento contextualizado del usuario para ofrecer una respuesta "útil" tiene una capacidad de segmentación publicitaria sin precedentes. El sistema sabe qué hemos preguntado, cómo hemos interactuado y, potencialmente, cuáles son nuestras intenciones futuras.
La línea divisoria entre la personalización asistencial, que facilita la vida del usuario, y la intrusión comercial, que explota datos íntimos del diálogo, se convierte en el punto de fricción principal en el debate público y regulatorio que ya está en curso. El éxito de esta nueva ola publicitaria dependerá de la transparencia y la claridad con la que se comunique este nuevo acuerdo, buscando el beneplácito del usuario al demostrar que la inclusión de anuncios financia, y por tanto permite el acceso gratuito, a una tecnología avanzada y de alto coste operativo.
Google no es el único actor que calibra el potencial de la IA para generar ingresos publicitarios, lo que subraya la importancia capital de este cambio estratégico. La competencia directa, como OpenAI, responsable de ChatGPT, también está explorando activamente vías para monetizar su base de usuarios más allá de los modelos de suscripción premium. Informes recientes indican que OpenAI está sopesando la posibilidad de mostrar publicidad a los usuarios basándose en la "memoria" del chatbot. Esta característica permite a la IA recordar información específica sobre el usuario a lo largo del tiempo, esencialmente creando un perfil de preferencias para ofrecer una experiencia más a medida. La inserción de publicidad a través de esta función de memoria crea una tensión directa: el usuario deberá ponderar si el valor de una experiencia altamente personalizada y funcional merece la contrapartida de una exposición publicitaria también intensamente segmentada y, por ende, potencialmente más efectiva.
Sam Altman, consejero delegado de OpenAI, ha manifestado una actitud abierta hacia la publicidad, citando positivamente el modelo implementado por plataformas como Instagram, un sistema donde la publicidad, en su opinión, puede llegar a ser "genial" y funcional si está bien integrada. No obstante, ha enfatizado que su correcta implementación en un chatbot requiere de un "gran cuidado" para asegurar que la experiencia no se degrade.
A fecha de hoy, esta precaución refleja la conciencia generalizada en el sector de que la publicidad en la IA es un territorio delicado, donde un paso en falso podría alienar a una base de usuarios que valora la pureza, la inmediatez y la eficiencia de la interacción con la inteligencia artificial. La convergencia de los grandes del sector hacia la monetización publicitaria confirma que la IA conversacional está lista para absorber el papel de soporte publicitario central que ostentaba la búsqueda tradicional.
Lo que Google y OpenAI están orquestando es mucho más que una simple actualización de la interfaz publicitaria; se trata del establecimiento de un nuevo paradigma de financiación para las tecnologías más costosas y con mayor potencial de transformación de la historia reciente. El coste computacional de ejecutar modelos como Gemini o GPT es inmenso, y la publicidad se posiciona como el motor financiero más escalable para democratizar su acceso. Al moverse más allá de la búsqueda estática de enlaces hacia la conversación fluida y la asistencia proactiva, la publicidad debe dejar de ser una lista de resultados patrocinados para convertirse en una parte integral y, si se ejecuta con maestría, bienvenida, de la interacción digital y cognitiva. Los próximos meses serán cruciales para observar cómo estos "experimentos" se formalizan en modelos publicitarios estables y cómo el mercado, y sobre todo, el usuario final, responde a esta integración de la persuasión comercial en el seno de la inteligencia artificial conversacional que ya es parte de nuestro día a día.












