
Por Redacción - 2 Junio 2025
El ecosistema digital actual presenta un escenario complejo donde el consumo masivo de redes sociales redefine los patrones de comportamiento y la salud emocional de millones de personas. En países como México, por ejemplo, el 70.7% de la población se conecta a diario a estas plataformas, y los jóvenes invierten un promedio de 3 horas y 12 minutos frente a las pantallas, según el informe de DataReportal y We Are Social (2025).
Ante esta penetración sin precedentes, Daniel Carles, profesor de Broward International University (BIU) en Planeta Formación y Universidades, lanza una advertencia contundente: el marketing digital ha evolucionado más allá de la simple venta de productos o experiencias para adentrarse en la esfera de la química cerebral.
Este nuevo paradigma se asienta en la creación de contenidos diseñados para liberar ráfagas de dopamina, el neurotransmisor asociado al placer y la recompensa. Si bien esta estrategia busca maximizar la retención y la respuesta emocional del usuario, sus efectos secundarios son cada vez más evidentes y preocupantes: desde la fragmentación de la atención hasta una reducción progresiva de la capacidad de autorregulación emocional. La incesante búsqueda de validación y gratificación instantánea genera un círculo vicioso que dificulta el mantenimiento de la concentración, eleva los niveles de ansiedad y disminuye la tolerancia a la frustración, debilitando, en última instancia, las relaciones interpersonales.
La regulación emocional, pilar fundamental de la inteligencia emocional, se ve comprometida en un entorno digital que prioriza la estimulación constante y la conexión ininterrumpida.
Carles enfatiza que el desafío no radica únicamente en el tiempo que pasamos en línea, sino en cómo estas plataformas moldean nuestra percepción y nuestra interacción con el mundo y con los demás. El cerebro humano, que evolucionó para recompensar comportamientos esenciales para la supervivencia, como la búsqueda de alimento o refugio, ha sido, en cierto modo, "secuestrado" por el flujo constante de estímulos que ofrecen los dispositivos digitales. Cada notificación, "me gusta" o comentario activa una pequeña liberación de dopamina, creando un bucle de retroalimentación que incita a los usuarios a seguir conectados. Esta activación del sistema de recompensa es similar a la que ocurre con sustancias adictivas, lo que explica por qué el scrolling se vuelve tan compulsivo y difícil de detener.

Estudios recientes de la profesora Gloria Mark (2023) revelan una alarmante disminución en la capacidad de atención, que ha pasado de 2.5 minutos en 2004 a tan solo 47 segundos en la actualidad.
Esta fragmentación de la atención no solo impacta el rendimiento académico o laboral, sino que también socava procesos esenciales como la reflexión, la empatía y la construcción de vínculos significativos. La biología del vínculo emocional, que demanda interacción multisensorial y sostenida —rostros, voces, pausas, presencia—, se ve mermada en un entorno digital que premia la inmediatez y penaliza el silencio.
Las redes sociales, concebidas inicialmente como herramientas para la conexión, pueden estar generando el efecto opuesto al fomentar "versiones optimizadas de nosotros mismos" destinadas a audiencias distraídas. Esta dinámica es particularmente perjudicial para adolescentes y jóvenes, quienes crecen en un contexto donde la aprobación social se puede obtener o perder en cuestión de segundos, generando una dependencia emocional de la validación digital que distorsiona la construcción de una identidad auténtica.
Frente a este panorama crítico, el análisis de BIU no se limita a la mera crítica, sino que propone una serie de rutas para la rehumanización del marketing. Esto implica un rediseño de plataformas que integre principios de neurociencia afectiva, la medición de la calidad del vínculo con el consumidor más allá de métricas superficiales como clics o impresiones, y el fomento de espacios digitales que valoren la desconexión, el silencio y la pausa emocional como elementos intrínsecos del proceso humano.
El informe universitario subraya que "una marca que escucha, que entiende y que acompaña puede construir relaciones duraderas sin necesidad de manipular", citando ejemplos como Headspace o Patagonia, que han optado por estrategias de comunicación más éticas, empáticas y sostenibles. En el contexto actual, se hace imperativa una transformación profunda en la concepción de las campañas, el diseño de las plataformas y la evaluación del éxito de las interacciones. La prioridad no es solo captar la atención, sino cuidar lo que sucede una vez que esa atención ha sido capturada, en un llamado urgente a repensar los fundamentos mismos del marketing contemporáneo.

