
El otro Gran Apagón: Una reflexión sobre el impacto de la publicidad moderna que desapareció de nuestra vida cotidiana por un día
Por Redacción - 29 Abril 2025
El reciente gran apagón, además de su impacto económico, ha abierto una reflexión profunda sobre cómo la publicidad, especialmente en su versión digital, ha llegado a inundar nuestras vidas de una manera casi imperceptible. Vivimos en una era en la que estamos constantemente bombardeados por anuncios: desde las redes sociales que conocemos de memoria, hasta los banners que siguen nuestra navegación en Internet, pasando por la publicidad en aplicaciones móviles, televisores conectados y hasta en los dispositivos inteligentes que habitan nuestros hogares. Nos hemos acostumbrado tanto a esta presencia constante que muchas veces ni siquiera somos plenamente conscientes de su influencia en nuestras decisiones, comportamientos y creencias.
El apagón, al interrumpir esta corriente digital, nos obligó, aunque de forma temporal, a experimentar un respiro de esta constante invasión publicitaria.

En ese espacio de desconexión, se hizo evidente lo que hemos perdido como sociedad: un contacto más directo con el entorno físico, una vida más enfocada en el momento presente y menos saturada por estímulos comerciales. Hace unas décadas, la publicidad era una presencia más acotada, con su pico máximo en anuncios televisivos o en los carteles en la calle, pero nunca alcanzaba el nivel de omnipresencia que vivimos ahora. La interrupción de esta saturación fue, en cierto modo, como una vuelta a un pasado más sencillo, donde las marcas no se filtraban en cada aspecto de nuestra rutina cotidiana, ni eran tan intrusivas en nuestras interacciones digitales.
Además de la publicidad digital en línea, el apagón también afectó a otro tipo de publicidad que, aunque se encuentra fuera del ámbito de internet, también depende de la energía eléctrica para funcionar: la publicidad display en pantallas LED y carteles digitales exteriores retroiluminados. Estas pantallas, que en los últimos años se han multiplicado en las ciudades y centros comerciales, ofrecen una forma de publicidad dinámica y visualmente atractiva, permitiendo a las marcas adaptarse a la audiencia en tiempo real. Sin embargo, durante el apagón, estos anuncios también desaparecieron de las calles, dejando un vacío visual y una ausencia de mensajes publicitarios en puntos de gran afluencia.

Un claro ejemplo del impacto del apagón en la publicidad exterior ocurrió en 2019, cuando Times Square y otras áreas de Manhattan quedaron sin electricidad durante varias horas. Durante este corte de energía, las enormes pantallas digitales que caracterizan este icónico punto turístico de Nueva York, conocido por su constante exhibición de anuncios luminosos, dejaron de funcionar. Este incidente ilustró cómo la dependencia de la electricidad en la publicidad exterior puede paralizar por completo un espacio que, normalmente, está inundado de mensajes publicitarios.
La interrupción publicitaria pone de manifiesto la vulnerabilidad de la propia publicidad exterior moderna, que, a pesar de estar en constante evolución y convertirse en una alternativa a los tradicionales carteles impresos, depende de la electricidad para su funcionamiento. Al no poder acceder a estos canales, muchas marcas se vieron desprovistas de una herramienta clave de comunicación en el espacio público, evidenciando una vez más la fragilidad de los sistemas publicitarios actuales cuando se ven desprovistos de energía.
Este respiro temporal, aunque forzado, nos invita a cuestionarnos algunos aspectos de la publicidad
¿Realmente necesitamos la publicidad en todos los rincones de nuestras vidas? ¿Es la presión constante de los anuncios algo relevante o simplemente una sobrecarga innecesaria que nos distrae de lo esencial? Durante ese día sin publicidad digital, muchos se dieron cuenta de lo liberador que puede ser un espacio libre de promociones, una experiencia más pura en la que las decisiones de consumo no se ven influidas por algoritmos que anticipan nuestros deseos antes incluso de que los tengamos.
Este parón provocado por el Gran Apagón también nos hace pensar en la naturaleza misma de la publicidad moderna. En su intento de ser cada vez más personalizada, de ofrecernos lo que “necesitamos” antes de que lo sepamos, la publicidad digital ha creado una burbuja en la que todo se convierte en un producto de consumo. Las redes sociales, los motores de búsqueda y las plataformas de streaming nos dan lo que queremos, pero a un precio: nuestra atención constante y la recolección de nuestros datos. Si bien el marketing ha ayudado a que muchas marcas lleguen a sus audiencias de manera más eficaz, también ha creado una dinámica de presión constante. La omnipresencia publicitaria puede ser vista como una forma de manipulación, una que nos hace sentir que siempre estamos en deuda con las marcas o que nuestra identidad y decisiones están, de alguna manera, condicionadas por fuerzas externas.
En contraste con esa realidad abrumada por el marketing, el apagón nos hace replantear la relevancia de todo este entorno.
Nos lleva a la reflexión de si la vida sin tanta publicidad es una opción viable y, de ser así, qué consecuencias tendría para nuestra sociedad. ¿Podríamos vivir sin estar tan influenciados por las marcas? ¿Sería más saludable, más auténtico? Quizá la respuesta no sea un sí o no rotundo, pero sí es una llamada de atención para pensar en qué medida necesitamos realmente la publicidad en nuestras vidas y qué efectos tiene esta constante presión sobre nuestra salud mental, nuestra capacidad de concentración y nuestras relaciones interpersonales.
La publicidad ha evolucionado para ser una herramienta indispensable de las estrategias de negocio, pero el apagón nos recuerda que, aunque puede ser útil, su presencia omnipresente no siempre tiene por qué ser un valor positivo. La experiencia vivida en ese día sin anuncios nos deja la reflexión de que, en algunos momentos, una desconexión consciente de la publicidad podría no solo ser deseable, sino también necesaria para redescubrir lo que realmente es importante en nuestras vidas y para recuperar el control sobre nuestras decisiones como individuos.

