Por Redacción - 18 Diciembre 2025

Durante el transcurso de 2025, el fenómeno del lavado de imagen verde ha experimentado una mutación sofisticada que desafía la percepción pública y las estructuras regulatorias globales.

Lo que anteriormente se manifestaba como simples errores de etiquetado ha evolucionado hacia el "greenrinsing", una práctica donde grandes corporaciones establecen metas climáticas ambiciosas para captar capital institucional, solo para diluirlas sistemáticamente una vez que la presión financiera disminuye. Este retroceso en los compromisos de sostenibilidad ha afectado a entidades de la talla de Shell, BP, Unilever, Volvo, Air New Zealand y Coca-Cola, evidenciando una brecha alarmante entre la retórica corporativa y la ejecución real de políticas de descarbonización. El uso de tecnologías de captura y almacenamiento de carbono se ha convertido, en muchos casos, en una narrativa que justifica la expansión de infraestructuras de combustibles fósiles, permitiendo que el gas natural sea comercializado bajo la etiqueta de energía limpia.

En el ámbito de la movilidad y la industria pesada, gigantes como Toyota han sido objeto de severas críticas por parte de organismos de vigilancia ambiental como Greenpeace. El fabricante japonés, responsable de una fracción significativa de las emisiones globales, ha sido señalado por promocionar biocombustibles que podrían emitir más gases de efecto invernadero que los combustibles tradicionales para el final de la década. De manera similar, la firma agroindustrial Japfa enfrentó cuestionamientos por estructurar préstamos vinculados a la sostenibilidad con indicadores de desempeño triviales, como la reducción del uso de agua dulce, mientras omitía compromisos críticos sobre deforestación. Esta tendencia a "mover la portería" de los objetivos ambientales sugiere una intención de cumplir formalmente con los requisitos de inversión responsable sin transformar los modelos de negocio que comprometen la biodiversidad.

La industria de la moda, encabezada por firmas de consumo masivo como Shein, ha enfrentado un escrutinio legal sin precedentes. La sanción millonaria impuesta a esta marca en Italia por sus campañas de responsabilidad social resalta la contradicción inherente entre el modelo de moda ultra-rápida y las promesas de neutralidad de carbono. Por otro lado, marcas de equipamiento técnico y lujo como Nike y Arc'teryx han visto manchada su reputación; mientras la primera sufrió la prohibición de sus anuncios en el Reino Unido por el uso injustificado del término "sostenible", la segunda fue criticada por patrocinar eventos en ecosistemas frágiles del Tíbet y por la presencia de químicos persistentes en sus productos. En el sector del cuidado personal, Banana Boat y Hawaiian Tropical (marcas de Edgewell Group) fueron demandadas por etiquetar protectores solares como respetuosos con los arrecifes a pesar de contener sustancias tóxicas para el coral.

El sector energético continúa siendo el epicentro de las disputas legales más intensas. Desde las reclamaciones contra TotalEnergies en Francia hasta las investigaciones sobre el "gas limpio" de Hancock Prospecting en Australia, el sistema judicial está comenzando a invalidar el discurso de descarbonización de la industria petrolera cuando carece de fundamentos técnicos sólidos. Incluso sectores percibidos como aspiracionales, tales como el turismo de cruceros y la aviación regional, han sido sancionados por omitir la magnitud real de su huella de carbono. La prohibición de anuncios de aerolíneas como VietJet o de operadores de cruceros como Cruise1st, Barrhead Travel y SeaScanner en el Reino Unido subraya que la tecnología de gas natural licuado es insuficiente para calificar una actividad de alto impacto como "verde".

La vigilancia se ha extendido también al sector financiero y de certificación. DWS, la división de inversión de Deutsche Bank, recibió una multa histórica por engañar a los inversores sobre sus credenciales de inversión sostenible, mientras que el organismo Red Tractor en el Reino Unido fue sancionado por no demostrar que sus granjas cumplen con leyes ambientales básicas.

Incluso gigantes tecnológicos como Apple enfrentan litigios por sus afirmaciones de neutralidad de carbono en dispositivos como el Apple Watch, basadas en créditos de carbono cuestionables. Por último, casos como el de Mars y su marca Galaxy demuestran que las promesas de "mejorar el chocolate" chocan frontalmente con las realidades del trabajo infantil y la deforestación en sus cadenas de suministro. La suma de estos casos, incluyendo la promoción de "carbón limpio" por parte de Future Coal y las inconsistencias en la captura de carbono de Equinor, refleja una crisis de credibilidad que exige una transformación profunda en la comunicación corporativa.

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