Artículo Marketing deportivo

Cómo las marcas desaparecen ante las nuevas tendencias y el nuevo consumo digital del Fútbol de resultados

¿Cómo devolverle el fútbol a quienes lo hicieron grande para que las marcas puedan llegar realmente a todos sus aficionados?

Por Redacción - 5 Mayo 2025

Durante décadas, el fútbol fue mucho más que un deporte: era un lenguaje común, una tradición intergeneracional, y una plataforma publicitaria de alto impacto. Los estadios eran templos modernos, las camisetas un símbolo de identidad, y las marcas deportivas, protagonistas visuales de cada jugada. Pero ese modelo está mutando radicalmente. Y no solo por culpa de la piratería o las plataformas de streaming. Una nueva tendencia de consumo amenaza con transformar de raíz la forma en que se vive y se rentabiliza el fútbol: el “fútbol de resultados”.

Este fenómeno no implica necesariamente ver los partidos. Al contrario, consiste en seguir exclusivamente los marcadores, leer comentarios en redes, o consumir contenidos indirectos como análisis en vivo, hilos de Twitter, reacciones en Twitch o YouTube, y podcasts. En estos formatos, el espectáculo visual desaparece, y con él, también desaparecen las marcas.

Programas como "El Chiringuito de Jugones", anteriormente conocido como "Punto Pelota", han sabido capitalizar perfectamente esta tendencia de la afición por el fútbol sin imágenes. A través de canales como las redes sociales y plataformas de televisión, han logrado crear un ecosistema propio donde las tertulias, los análisis y las maratones interminables se han convertido en una forma de consumir el fútbol que no depende de las retransmisiones tradicionales. Este fenómeno se aleja de la experiencia visual clásica, pero en lugar de perder audiencia, ha logrado enganchar a una nueva generación que prefiere interactuar con el contenido, debatir y comentar en tiempo real.

La prueba de su éxito es clara: el respaldo de las marcas. A pesar de que estos programas no muestran imágenes de los partidos, las marcas han encontrado una nueva manera de conectar con los aficionados, apoyando contenidos que han demostrado ser increíblemente populares y capaces de atraer grandes audiencias. En este contexto, el valor de la marca se redefine, al igual que el fútbol, que se convierte en un producto más flexible y adaptado a las nuevas formas de consumo digital.

Cuando el fútbol se escucha, pero no se ve

En este nuevo ecosistema, el partido ha dejado de ser el centro. Lo que importa es saber qué está pasando y poder opinar al respecto en tiempo real. Muchos jóvenes —principales consumidores de este tipo de contenidos— no tienen acceso a los canales de pago o simplemente no desean pagar por ver los partidos. En su lugar, optan por consumir el fútbol a través de narrativas fragmentadas y sociales, donde la conversación vale más que la imagen. Como resultado, las camisetas con sponsor, las botas de diseño exclusivo, los carteles LED en las bandas del estadio o los propios logotipos de las ligas se convierten en elementos invisibles. Las marcas desaparecen del imaginario de los nuevos aficionados porque simplemente no están presentes en los canales que estos consumen.

Curiosamente, este fenómeno no es del todo nuevo. Décadas atrás, cuando la televisión aún no dominaba el panorama, millones de aficionados seguían los partidos exclusivamente a través de la radio. Aquello también era fútbol sin imágenes, pero con una diferencia crucial: la experiencia seguía siendo oficial, centralizada y estructurada, y tanto las marcas como la publicidad tenían un lugar claro en la transmisión. Las voces de los locutores, los jingles, los mensajes patrocinados y hasta los nombres de los estadios mantenían viva la presencia comercial en la mente del oyente.

Hoy, en cambio, ese vínculo se rompe. En el universo digital del “fútbol de resultados”, donde priman los comentarios en redes, los análisis sin derechos de imagen y las emisiones informales, las marcas desaparecen casi por completo del mapa, y con ellas, parte del valor que durante décadas sostuvo el modelo económico del deporte.

La erosión del branding deportivo

A pesar de todo, para las marcas deportivas, esta tendencia por el "fútbol de resultados y sin imágenes" representa una pérdida crítica de visibilidad y conexión emocional ya que la mayoría de contenidos y canales no cuentan con ningún tipo de publicidad directa. Los patrocinios millonarios de camisetas, estadios o torneos dependen de un ecosistema donde el contenido visual es el canal principal. Cuando ese contenido se reemplaza por audios, chats en vivo o tweets, la inversión se diluye.

Además, el engagement tradicional entre marca y aficionado se rompe. Ya no basta con estar en la camiseta del equipo más popular; ahora hay que estar en la conversación, en los memes, en el stream, en el “react” viral. Esto obliga a las marcas a replantear completamente su estrategia: pasar de la visibilidad pasiva a la participación activa en la narrativa digital del deporte. Al mismo tiempo, muchas marcas que antes eran protagonistas silenciosas del juego (como fabricantes de equipamiento, bebidas energéticas o aseguradoras deportivas) se ven desplazadas por nuevos actores: creadores de contenido, influencers, analistas independientes o incluso plataformas de apuestas, que dominan la conversación en redes y atraen a millones de seguidores sin mostrar una sola imagen del partido.

La cultura popular del fútbol en peligro

Más allá del impacto económico, este cambio también acarrea una pérdida simbólica y cultural. El fútbol ha sido, durante décadas, una forma de cohesión social: ver un partido en familia, comentar la jugada del domingo en el colegio, llevar la camiseta de tu equipo al barrio. Pero cuando el consumo del fútbol se reduce a notificaciones de resultados o charlas sin imágenes, esa experiencia colectiva se fragmenta.

Se pierde el ritual, el relato compartido, la emoción de lo visual. Y lo que es peor: muchos jóvenes crecen sin desarrollar una relación emocional profunda con los equipos, los colores o los ídolos. Su conexión con el fútbol es efímera, instantánea, desprovista de contexto. Son consumidores de información, no hinchas. Comentan goles que no vieron, celebran victorias que no vivieron, critican partidos que nunca se emitieron en su pantalla.

El reto: reconectar con una nueva generación

Esto también plantea preguntas incómodas que atraviesan tanto lo cultural como lo comercial. El fútbol, durante décadas un fenómeno de masas que unía generaciones, barrios y países, parece diluirse en una experiencia fragmentada, sin imágenes ni rituales compartidos. Las marcas, que solían encontrar en este deporte una de las plataformas más poderosas de visibilidad global, ahora enfrentan el dilema de cómo seguir invirtiendo en algo que cada vez se ve menos. Mientras tanto, los clubes observan cómo su identidad se reproduce y se resignifica fuera de sus propios canales, en entornos digitales donde ya no controlan ni la narrativa ni la audiencia.

Pero la pregunta más importante es también la más sencilla: ¿cómo devolverle el fútbol a quienes lo hicieron grande? Frente al auge de la piratería y la exclusividad cada vez más cara, el verdadero reto para la industria no es solo adaptarse a nuevas formas de consumo, sino hacer del fútbol un deporte nuevamente accesible para sus aficionados y seguidores. No se trata solo de proteger los derechos de transmisión, sino de proteger el vínculo con la gente. Para sobrevivir en esta nueva era, las marcas deportivas, las ligas y los clubes deben reinventarse. Ya no basta con ser visibles durante el partido; hay que ser relevantes antes, durante y después, incluso en los espacios donde no hay imágenes del juego. De lo contrario, el fútbol corre el riesgo de convertirse en una fuente de datos más en el océano de contenidos digitales. Un deporte invisible, sin marcas ni mitos. Solo resultados.

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