Por Redacción - 12 Noviembre 2025

La industria publicitaria se encuentra en plena transformación, impulsada por un terremoto tecnológico que redefine los costes, los tiempos de producción y, sobre todo, el valor del trabajo creativo tradicional. El caso de Audax Energía y el empresario José Elías sirve como una poderosa instantánea para ilustrar esta histórica transición. Hace apenas unos años, la creación de una campaña audiovisual con aspiraciones de gran alcance implicaba la movilización de ingentes recursos económicos y humanos.

El vídeo de "Brave Her", concebido para la comunicación en plataformas digitales de Audax, supuso una inversión significativa, con cifras que, según se comenta en el sector, alcanzaron o incluso superaron los 100.000 euros. Esta cuantía monumental no solo cubrió los gastos de la agencia creativa Inspire World, sino también la logística de desplazamientos a localizaciones como Escocia, la contratación de un equipo extensísimo que incluía guionistas, maquilladores, runners e iluminadores, llegando a involucrar temporalmente a cerca de trescientas personas en el proceso completo, desde la conceptualización hasta la postproducción. Este modelo, lento, caro y dependiente de una compleja coordinación de especialistas, representa la caduca estructura de la publicidad que el mercado digital está obligando a desmantelar.

El contraste con las capacidades actuales es brutal y marca el inicio de una nueva era. La Inteligencia Artificial ha pasado de ser una promesa futurista a una herramienta operativa que reduce la barrera de entrada para la producción de contenidos de alta calidad. Lo que antes demandaba meses de trabajo y una inversión de seis cifras, ahora puede materializarse en cuestión de semanas con una fracción mínima del presupuesto original.

Un anunciante que hoy, en noviembre de 2025, quisiera replicar el anuncio de Audax con herramientas de IA, podría lograrlo en un mes, frente a los cuatro meses que requeriría la producción convencional. El coste se desploma hasta un 90% del desembolso previo, permitiendo que una sola persona, con un equipo informático avanzado, gestione y ejecute gran parte de la creación, desde la generación de prompts hasta el montaje final. Esta realidad no es una mera hipótesis; ya se están viendo implementaciones pioneras. El ejemplo de Banco Santander en México, que llevó a cabo su primera campaña 100% asistida por IA, es un testimonio claro: lograron una producción completa en un solo mes con solo el diez por ciento del coste histórico para una campaña de esa envergadura, a pesar de la controversia social inicial sobre el desplazamiento laboral.

Esta drástica reducción en tiempo y coste otorga a las marcas una ventaja estratégica incalculable: la capacidad de iteración y la inmediatez. En un mercado de la atención que se rige por las tendencias fugaces de las redes sociales, la velocidad de respuesta es oro. La publicidad tradicional, con sus largos ciclos de aprobación y rodaje, es inherentemente rígida y llega tarde. Ahora, una marca puede basar su narrativa en un fenómeno cultural viral, como el comentado incidente del CEO en la pantalla gigante de Coldplay, y tener un anuncio relevante y finalizado en la calle en una semana.

Esta agilidad no tiene precio y convierte los vídeos de larga duración y producción cara, como el de Audax, en reliquias obsoletas, especialmente en plataformas como YouTube, donde la retención de dos minutos para un anuncio no pagado es casi nula. La IA permite a los departamentos de marketing ser menos grandes productoras de cine y más ágiles laboratorios de contenido que prueban y desechan ideas a la velocidad de la luz. El presupuesto que antes se destinaba a una sola campaña de peso, ahora financia diez iniciativas más pequeñas, rápidas y, fundamentalmente, adaptables.

Sin embargo, el avance inexorable de la tecnología proyecta una sombra inquietante sobre el futuro del empleo creativo y de la producción audiovisual. La optimización del proceso creativo, aunque positiva para la cuenta de resultados de las empresas, tiene un inevitable componente humano. El amplio abanico de profesiones que se sustentaban en el engranaje de una producción tradicional —desde el editor de vídeo hasta el guionista o el especialista en iluminación— se enfrenta a una obsolescencia acelerada.

Existe una preocupación real y una predicción radical que sitúa el impacto laboral de la IA en el centro del debate: en el transcurso del próximo año, 2026, se estima que al menos la mitad de la población conocerá personalmente a alguien de su círculo que haya sido despedido directamente debido a la implementación de la Inteligencia Artificial en su sector. El despido no siempre es frontal; a menudo, se manifiesta como una falta de nuevas contrataciones o encargos, ya que las tareas se resuelven internamente con herramientas automatizadas, como el ejemplo de la edición de podcasts o el recorte de contenidos. La advertencia es clara: la productividad y la adaptación a la IA dejan de ser una opción de mejora para convertirse en una cuestión de supervivencia profesional. Quienes deseen asegurar su posición en el futuro del medio publicitario deben integrarse de forma proactiva con las nuevas herramientas, redefiniendo sus roles y buscando donde la interpretación humana y el toque diferencial aún superan al algoritmo, que, si bien es rápido y barato, todavía requiere de la dirección y la sensibilidad de un profesional para lograr la máxima eficacia y resonancia.

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